esta parabola que menciona jesus da a entender que Dios se regocija mas por aquellas personas que han sido pecadoras y se arrepienten que por los que no tienen necesidad de arrepentimiento.
Jesús vino a buscar a los que andan por mal camino y su sacrifico fue por ellos. los que están sanos no necesitan ser sanados, sino los que están enfermos para ellos es el mensaje de salvación. salÃ2
Pero, en realidad, el centro de la parábola no es ni siquiera ese gesto amoroso del pastor, sino su alegrÃa, la alegrÃa de Dios cuando encuentra a un pecador. Este sà que es un misterio: ¡el hombre, y el hombre pecador es la alegrÃa de Dios!
Una alegrÃa que escapa a toda lógica: “Os digo que hay más alegrÃa en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de penitencia”.
La respuesta es bastante sencilla: no hay, en ninguna parte del mundo, noventa y nueve justos que no tengan necesidad de penitencia. No hay ni un solo justo que no tenga esa necesidad. Los que se creen justos, los que creen no tener ninguna necesidad de penitencia, son los peores pecadores: en ellos no sólo no hay arrepentimiento, sino que no hay ni siquiera lucidez y honestidad para verse como son. En realidad en el mundo sólo hay dos categorÃas de hombres: pecadores que se arrepienten y luchan por llegar a justos; y pecadores que no se arrepienten. Los que se creen ya justos son la última y más peligrosa especie de estos pecadores no arrepentidos. Por eso es lógico y evidente que Dios prefiera un pecador que ya está empezando a dejar de serlo, a noventa y nueve justos-pecadores que nunca dejarán de serlo puesto que no sienten ninguna necesidad de penitencia.
TenÃa razón san Hilario de Poitiers al ver en esa oveja perdida a toda la humanidad: “Por la única oveja, hay que entender al hombre; y en ese hombre único hay que ver la totalidad de los hombres […].”
La historia de la humanidad es la historia de esa búsqueda: la terquedad del hombre empeñado en extraviarse, frente a la terquedad de Dios empeñado en encontrar al hombre. Es la historia de Dios dejando su grandeza, su infinitud, su justicia en el redil de la eternidad y bajando con su misericordia a buscar al hombre descarriado.
5 Cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso,
6 y al llegar a casa reúne a sus amigos y vecinos, y les dice: "Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se habÃa perdido".[e]
7 Os digo que asà habrá más gozo en el cielo[f] por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos[g] que no necesitan de arrepentimiento.
La predicación del Señor atraÃa por su sencillez y por sus exigencias de entrega y amor.
Los fariseos le tenÃan envidia porque la gente se iba tras Ãl. Esa actitud farisaica puede
repetirse entre los cristianos: una dureza de juicio tal que no acepte que un pecador
pueda convertirse y ser santo; o una ceguera de mente que impida reconocer el bien que
hacen los demás y alegrarse de ello.
Prostitutas, enfermos, mendigos, maleantes, pecadores. Cristo no vino a llamar a los justos,
sino a los pecadores, y por eso, fue signo de contradicción. Llegó rompiendo esquemas, escandalizando, amando hasta el extremo. Jesús se rodeaba de los sedientos de Dios, de
los que estaban perdidos y buscaban al Buen Pastor. Esto no significa que el Señor no
estime la perseverancia de los justos, sino que aquà se destaca el gozo de Dios y de los bienaventurados ante el pecador que se convierte, que se habÃa perdido y vuelve al hogar.
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esta parabola que menciona jesus da a entender que Dios se regocija mas por aquellas personas que han sido pecadoras y se arrepienten que por los que no tienen necesidad de arrepentimiento.
Jesús vino a buscar a los que andan por mal camino y su sacrifico fue por ellos. los que están sanos no necesitan ser sanados, sino los que están enfermos para ellos es el mensaje de salvación. salÃ2
. . .
El buen pastor y la oveja perdida.
[…]
Asà lo habrÃan preanunciado muchas profecÃas; será “un pastor único” (Ez 34,23) […]. El amor de este Pastor se anuncia en tonos conmovedores: “Apacentará a su rebaño como pastor, lo reunirá con su mano; llevará en su propio seno los corderos y cuidará de las paridas” (Is 40, 11). En boca del mismo pastor se pondrá la descripción de este tremendo amor: “Buscaré la oveja perdida, traeré la extraviada, venderé la perniquebrada y curaré la enferma; guardaré las gordas y robustas” (Ez 34, 16). Bajo este Pastor las ovejas estarán seguras: “Les daré pastores que de verdad las apacienten, y ya no habrán de temer más, ni angustiarse, ni afligirse” (Jer 23, 4). Bajo su cayado las ovejas se sienten felices. “Es Yahvé mi pastor, nada me falta. Me pone en verdes pastos y me lleva a frescas aguas. Aunque haya de pasar por un valle tenebrosos, no temo mal alguno” (Sal 23, 1-4).
Todo esto que han anunciado los profetas, Jesús se lo aplica a sà mismo: él es ese pastor prometido (Jn 10, 11); ha venido al mundo para congregar el rebaño de Dios (Mt 15, 24); para alimentarlo con su doctrina (Mc 6, 34); para conducirlo al prado definitivo junto a las aguas de la vida (1 Pe 5,4).
Pero el amor de este pastor va mucho más allá de cuanto los profetas imaginaron: éste conoce a todas las ovejas y las llama “por su nombre” (Jn 10, 3); vive obsesionado por “su pequeño rebaño” (lc 12, 32); por él dará su vida (Jn 10, 11).
Más aún, hay otro misterio en este Pastor: parece preferir las ovejas sarnosas, enfermas, perdidas, a las sanas. En tiempos de Jesús todos los movimientos religiosos tendÃan a la secta. Los puros se encerraban en “guetos” para defender su pureza del contagio de los impuros. El fariseÃsmo era un clan que defendÃa de ese contagio a quienes se encerraban en él. […]
Hay, por ello, algo de desafÃo en las palabras de Jesús: “¿Quién de vosotros, si tiene cien ovejas y pierde una, no deja las noventa y nueve en el desierto para ir detrás de la que se ha perdido?” Nadie hacÃa esto en el mundo de las almas en tiempos de Jesús. Se daba por perdido al perdido. Y los fariseos pensaban que, en realidad, eran noventa y nueve las perdidas y, quizá con suerte, fuera uno el que se mantenÃa en el redil de Dios. Pero Jesús no era tan “exigente” como los fariseos. No sólo no condena a la oveja perdida, sino que se convierte en la principal de él. Por eso “cuando la ha encontrado, la pone, lleno de alegrÃa, sobre sus hombros. El gesto es el cásico de los pastores, el que habÃa anunciado IsaÃas: “Recoge a los corderos con su brazo, los lleva en su seno” (Is 40, 11).
Pero, en realidad, el centro de la parábola no es ni siquiera ese gesto amoroso del pastor, sino su alegrÃa, la alegrÃa de Dios cuando encuentra a un pecador. Este sà que es un misterio: ¡el hombre, y el hombre pecador es la alegrÃa de Dios!
Una alegrÃa que escapa a toda lógica: “Os digo que hay más alegrÃa en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de penitencia”.
Aquà sà que estamos en la paradoja de las paradojas: ¿Es que, entonces, es preferible el pecado? Si Dios prefiere un pecador a noventa y nueve justos ¿para qué esforzarse en serlo? ¿Es, entonces, mejor ser pecador?
La respuesta es bastante sencilla: no hay, en ninguna parte del mundo, noventa y nueve justos que no tengan necesidad de penitencia. No hay ni un solo justo que no tenga esa necesidad. Los que se creen justos, los que creen no tener ninguna necesidad de penitencia, son los peores pecadores: en ellos no sólo no hay arrepentimiento, sino que no hay ni siquiera lucidez y honestidad para verse como son. En realidad en el mundo sólo hay dos categorÃas de hombres: pecadores que se arrepienten y luchan por llegar a justos; y pecadores que no se arrepienten. Los que se creen ya justos son la última y más peligrosa especie de estos pecadores no arrepentidos. Por eso es lógico y evidente que Dios prefiera un pecador que ya está empezando a dejar de serlo, a noventa y nueve justos-pecadores que nunca dejarán de serlo puesto que no sienten ninguna necesidad de penitencia.
TenÃa razón san Hilario de Poitiers al ver en esa oveja perdida a toda la humanidad: “Por la única oveja, hay que entender al hombre; y en ese hombre único hay que ver la totalidad de los hombres […].”
La historia de la humanidad es la historia de esa búsqueda: la terquedad del hombre empeñado en extraviarse, frente a la terquedad de Dios empeñado en encontrar al hombre. Es la historia de Dios dejando su grandeza, su infinitud, su justicia en el redil de la eternidad y bajando con su misericordia a buscar al hombre descarriado.
. . .
Leyndo la parabola me viene a la mente que cuando un hijo de Dios se extravia del camino
El sale en busca y no descansa hasta encontrar lo otra vez.
( Esta parabola me da fe y esperanza por un miembro de la familia )
amen.
Lucas 15:1-7 (Reina-Valera 1995)
Lucas 15
Tabla - Parábolas escogidas de Jesús
La parábola de la oveja perdida
(Mt 18.10-14)
1 [a] Se acercaban a Jesús todos los publicanos y pecadores para oÃrlo,
2 y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo:
--Este recibe a los pecadores[b] y come con ellos.[c]
3 Entonces él les refirió esta parábola, diciendo:
4 «¿Qué hombre de vosotros, si tiene cien ovejas y se le pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va tras la que se perdió, hasta encontrarla?[d]
5 Cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso,
6 y al llegar a casa reúne a sus amigos y vecinos, y les dice: "Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se habÃa perdido".[e]
7 Os digo que asà habrá más gozo en el cielo[f] por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos[g] que no necesitan de arrepentimiento.
Significa "Evangelio de Lucas, CapÃtulo 15, versÃculos del 1 al 7".
(Léelo rápido).
Hola.
Espero te sirva:
La predicación del Señor atraÃa por su sencillez y por sus exigencias de entrega y amor.
Los fariseos le tenÃan envidia porque la gente se iba tras Ãl. Esa actitud farisaica puede
repetirse entre los cristianos: una dureza de juicio tal que no acepte que un pecador
pueda convertirse y ser santo; o una ceguera de mente que impida reconocer el bien que
hacen los demás y alegrarse de ello.
Prostitutas, enfermos, mendigos, maleantes, pecadores. Cristo no vino a llamar a los justos,
sino a los pecadores, y por eso, fue signo de contradicción. Llegó rompiendo esquemas, escandalizando, amando hasta el extremo. Jesús se rodeaba de los sedientos de Dios, de
los que estaban perdidos y buscaban al Buen Pastor. Esto no significa que el Señor no
estime la perseverancia de los justos, sino que aquà se destaca el gozo de Dios y de los bienaventurados ante el pecador que se convierte, que se habÃa perdido y vuelve al hogar.
Es una clara llamada al arrepentimiento ya . Otra caÃda... y ¡qué caÃda!... No te desesperes,
no: humÃllate y acude, por MarÃa, al Amor Misericordioso de Jesús. ¡Arriba ese corazón! A comenzar de nuevo.
Que estés bien : Saludines.