Un apólogo es una narración parenética cuyo propósito es adoctrinar sobre algún principio ético o moral, por lo general situado al final o al principio de la misma y denominado moraleja.
A diferencia de la fábula, que comparte un fin semejante, no está protagonizada por animales, sino por personas, y se distingue también de la alegoría en que tampoco puede estar protagonizada por ideas abstractas en forma humana. Tampoco puede considerarse similar a la parábola o relato simbólico, pues algunos tipos de parábola, como la parábola kafkiana, pueden no poseer ningún fin de instrucción moral en sí mismos, sino revelar la situación desesperada del hombre en la realidad. En realidad es un subgénero del género didáctico
EL ASCENSOR
El ascensor de un gran edificio dedicado a locales de negocio sube y baja toda la mañana. Hay un muchacho que lo maneja hábilmente y detiene la caja en los diversos pisos, según los deseos de los viajeros. A primera hora, ha entrado en el ascensor un caballero de elevada estatura. Viene de la calle con paso precipitado. Lleva una gran cartera de cuero, aparentemente llena de importantes documentos.
Hay todavía poca gente en el ascensor. Este va deteniéndose frente a diversos pisos y varias personas entran o salen de la caja.
Mientras estos señores entran o salen, el importante caballero permanece impasible e inmóvil con su sombrero colocado.
Al llegar a lo más alto del edificio, en el interior de la cabina, se encuentran únicamente el ascensorista y el caballero.
-¡Ultimo piso! -anuncia el muchacho.
Pero el caballero, con signo condescendiente de su cabeza, le indica su propósito de permanecer en el intenrior del ascensor.
El ascensorista acciona la palanca de mando y comienza el silencioso descenso.
PROSAS PROFANAS
Marluscha, la cálida mujerona húngara, se precia de su inextinguible ardor amoroso, mucho más violento que lo habitual entre sus compañeras de sexo. Ella ama ininterrumpidamente y en su imaginación no se proyecta la sucesiva serie de imágenes voluptuosas, que a los demás habitualmente nos distraen, sino que de un modo fijo y constante, permanece la efigie de un húsar moreno de puntiagudos bigotes.
Claudia, la refinada francesa de apellido vulgar, distingue con su olfato hasta trescientos diez aromas diferentes.
Gregoria, moza levantina de nacionalidad indeterminada, insiste en que puede resistir el peso de un campeón de grecorromana sin que se altere el ritmo de su respiración.
Finalmente, Lola consagra su amor a los pájaros y habiéndoles acostumbrado a tomar alpiste entre sus labios, afirma que nada hay comparable al suave picoteo de sus aéreos tentadores.
APOLOGOS
Viajero: ¿Cómo irá a estar el tiempo hoy?
Pastor: estará como a mí me gusta.
Viajero: ¿Cómo sabe que el tiempo estará hoy como a Ud. Le gusta?
Pastor: Pues, señor, después de haberme dado cuenta que no siempre puedo tener lo que me gusta, he aprendido a disfrutar siempre de lo que recibo. Por eso, estoy bastante seguro de que el tiempo estará hoy como a mi me gusta.
(Antony de Mello)
NO CAMBIES
Fui un neurótico por años, estaba ansioso, deprimido y era egoísta.
Todos me decían que cambiara.
Sentía antipatía por ellos, pero también estaba de acuerdo; quería cambiar, pero no podía hacerlo por más que intentaba.
Lo que más me lastimaba era que, como los otros, mi mejor amigo insistía en que cambiara.
Entonces me sentía débil y atrapado.
Pero un día me dijo: "No cambies, te quiero tal como eres".
Estas palabras fueron como música para mis oídos:
"No cambies, no cambies, no cambies... te quiero tal y como eres".
Me relajé, reviví y de pronto cambié.
Ahora sé que no podía cambiar realmente hasta que encontrara a alguien que me quisiera, cambiara o no.
(Anónimo)
"De joven yo era un revolucionario y mi oración consistía en decir a Dios: "Señor dame fuerzas para cambiar el mundo". A medida que fui haciéndome adulto y caí en la cuenta de que me había pasado media vida sin haber logrado cambiar una sola persona, transformé mi oración y comencé a decir: "Señor, dame la gracia de transformar a cuantos entren en contacto conmigo, aunque sólo sea a mi familia y a mis amigos. Con eso me doy por satisfecho".
Ahora que estoy viejo y tengo los días contados, he empezado a comprender lo estúpido que he sido, mi única oración es: "Señor, dame la gracia de cambiarme a mí mismo". Si yo hubiera orado de este modo desde el principio, no habría malgastado mi vida.
Sufi Bayazid)
DECALOGO DEL BUEN TRATO
Si miramos a la cara de los otros, ubicamos sus ojos con los nuestros.
Si los brazos se abren en cruz con gran amplitud para luego cerrarse con suavidad cubriendo el cuerpo del otro con un fuerte abrazo.
Si la mano se extiende para cobijar o sostener otra mano que le demanda su abrigo o apoyo.
Si las sonrisas brotan sin esfuerzo desde el fondo del alma y generosamente se regalan.
Si nuestra boca se calla y los oídos se abren, deseosos de entender al otro.
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Un apólogo es una narración parenética cuyo propósito es adoctrinar sobre algún principio ético o moral, por lo general situado al final o al principio de la misma y denominado moraleja.
A diferencia de la fábula, que comparte un fin semejante, no está protagonizada por animales, sino por personas, y se distingue también de la alegoría en que tampoco puede estar protagonizada por ideas abstractas en forma humana. Tampoco puede considerarse similar a la parábola o relato simbólico, pues algunos tipos de parábola, como la parábola kafkiana, pueden no poseer ningún fin de instrucción moral en sí mismos, sino revelar la situación desesperada del hombre en la realidad. En realidad es un subgénero del género didáctico
EL ASCENSOR
El ascensor de un gran edificio dedicado a locales de negocio sube y baja toda la mañana. Hay un muchacho que lo maneja hábilmente y detiene la caja en los diversos pisos, según los deseos de los viajeros. A primera hora, ha entrado en el ascensor un caballero de elevada estatura. Viene de la calle con paso precipitado. Lleva una gran cartera de cuero, aparentemente llena de importantes documentos.
Hay todavía poca gente en el ascensor. Este va deteniéndose frente a diversos pisos y varias personas entran o salen de la caja.
Mientras estos señores entran o salen, el importante caballero permanece impasible e inmóvil con su sombrero colocado.
Al llegar a lo más alto del edificio, en el interior de la cabina, se encuentran únicamente el ascensorista y el caballero.
-¡Ultimo piso! -anuncia el muchacho.
Pero el caballero, con signo condescendiente de su cabeza, le indica su propósito de permanecer en el intenrior del ascensor.
El ascensorista acciona la palanca de mando y comienza el silencioso descenso.
PROSAS PROFANAS
Marluscha, la cálida mujerona húngara, se precia de su inextinguible ardor amoroso, mucho más violento que lo habitual entre sus compañeras de sexo. Ella ama ininterrumpidamente y en su imaginación no se proyecta la sucesiva serie de imágenes voluptuosas, que a los demás habitualmente nos distraen, sino que de un modo fijo y constante, permanece la efigie de un húsar moreno de puntiagudos bigotes.
Claudia, la refinada francesa de apellido vulgar, distingue con su olfato hasta trescientos diez aromas diferentes.
Gregoria, moza levantina de nacionalidad indeterminada, insiste en que puede resistir el peso de un campeón de grecorromana sin que se altere el ritmo de su respiración.
Finalmente, Lola consagra su amor a los pájaros y habiéndoles acostumbrado a tomar alpiste entre sus labios, afirma que nada hay comparable al suave picoteo de sus aéreos tentadores.
APOLOGOS
Viajero: ¿Cómo irá a estar el tiempo hoy?
Pastor: estará como a mí me gusta.
Viajero: ¿Cómo sabe que el tiempo estará hoy como a Ud. Le gusta?
Pastor: Pues, señor, después de haberme dado cuenta que no siempre puedo tener lo que me gusta, he aprendido a disfrutar siempre de lo que recibo. Por eso, estoy bastante seguro de que el tiempo estará hoy como a mi me gusta.
(Antony de Mello)
NO CAMBIES
Fui un neurótico por años, estaba ansioso, deprimido y era egoísta.
Todos me decían que cambiara.
Sentía antipatía por ellos, pero también estaba de acuerdo; quería cambiar, pero no podía hacerlo por más que intentaba.
Lo que más me lastimaba era que, como los otros, mi mejor amigo insistía en que cambiara.
Entonces me sentía débil y atrapado.
Pero un día me dijo: "No cambies, te quiero tal como eres".
Estas palabras fueron como música para mis oídos:
"No cambies, no cambies, no cambies... te quiero tal y como eres".
Me relajé, reviví y de pronto cambié.
Ahora sé que no podía cambiar realmente hasta que encontrara a alguien que me quisiera, cambiara o no.
(Anónimo)
"De joven yo era un revolucionario y mi oración consistía en decir a Dios: "Señor dame fuerzas para cambiar el mundo". A medida que fui haciéndome adulto y caí en la cuenta de que me había pasado media vida sin haber logrado cambiar una sola persona, transformé mi oración y comencé a decir: "Señor, dame la gracia de transformar a cuantos entren en contacto conmigo, aunque sólo sea a mi familia y a mis amigos. Con eso me doy por satisfecho".
Ahora que estoy viejo y tengo los días contados, he empezado a comprender lo estúpido que he sido, mi única oración es: "Señor, dame la gracia de cambiarme a mí mismo". Si yo hubiera orado de este modo desde el principio, no habría malgastado mi vida.
Sufi Bayazid)
DECALOGO DEL BUEN TRATO
Si miramos a la cara de los otros, ubicamos sus ojos con los nuestros.
Si los brazos se abren en cruz con gran amplitud para luego cerrarse con suavidad cubriendo el cuerpo del otro con un fuerte abrazo.
Si la mano se extiende para cobijar o sostener otra mano que le demanda su abrigo o apoyo.
Si las sonrisas brotan sin esfuerzo desde el fondo del alma y generosamente se regalan.
Si nuestra boca se calla y los oídos se abren, deseosos de entender al otro.
Si nuestro c