La lepra es una enfermedad infecciosa y crónica del hombre, caracterizada por lesiones en la piel, nervios, huesos y vísceras. Comúnmente distinguida con los eufemismos de mal de Hansen o mal de San Lázaro, se debe al contagio del bacilo mycobacterium leprae, identificado en 1873 por el médico noruego Gerhard Henrik Armauer Hansen.
Fue traída de Oriente a Europa por las legiones romanas (su probable zona de origen se ubica en el valle del río Indo), y fue tal su extensión que ya en el siglo XIII había en el viejo continente unas 20 mil leproserías (hospitales para los leprosos).
La voz lepra, de origen griego, es una traducción de tsara'ath, palabra hebrea empleada en la Biblia para describir lesiones dermatológicas que hoy se denominan de diversas formas (Lev 13, 18-37). Según el vigor religioso de la ley de Moisés, solo los sacerdotes podían examinar a los enfermos para, si sus llagas eran de lepra, declararlos impuros.
Debido a ese estigma, y a la presente desinformación sobre su cura, la lepra, amén de enfermedad, sigue siendo sinónimo de rechazo y exclusión social, y de declive hacia el desamparo, la soledad y la estrechez económica.
No obstante, la lepra es un mal curable. Las ancestrales complicaciones del leproso, sean la pérdida de miembros por lesiones óseas o la desfiguración conducente a la facies leonina –rostro leonino, con gruesos nódulos cutáneos–, son signos de una afección avanzada que hoy el tratamiento precoz permite evitar.
Con dicho tratamiento temprano –por un año, centrado en tres fármacos (dapsona, rifampicina y clofacimina) que garantiza la Organización Mundial de la Salud (OMS) y controla en Cuba el médico de la familia– se previenen las discapacidades que podría provocar la lepra, y a muy poco de iniciada la medicación se corta el contagio.
En dos palabras, diagnóstico precoz
Todavía no está claro cómo se transmite la lepra. El vivir en la misma casa y el nexo íntimo con una persona enferma aumentaría el riesgo. Las bacterias se transmitirían por el contacto con las descargas de la nariz del infectado. Los objetos contaminados también podrían tener un peso en esa transmisión.
Con todo, la lepra es quizás de entre todas las dolencias infecciosas la menos contagiosa. Cualquier persona puede infectarse, pero no es tan fácil, el mycobacterium leprae es de baja virulencia, para enfermar de lepra es preciso estar genéticamente predispuesto para adquirirla: un factor de resistencia natural a la lepra está presente en el ¡95% de la población! Así la lepra constituye hoy un problema de salud solo allí donde la falta denutrición conduce a una merma de la resistencia a éste y a otros males.
En este 2005 se hace un esfuerzo a escala mundial para erradicar la enfermedad. En el hemisferio occidental se registran 336 mil casos al año. Las cifras mundiales acusan unos 5,25 millones de casos denunciados mientras los afectados sumarían 10 millones.
Según la doctora Laura C Hurtado, dermatóloga-jefa del Programa de Control de Lepra en el municipio habanero de Arroyo Naranjo, contrario a lo que muchos piensan, aún con una tasa de menos de uno por cada 10 mil habitantes, la enfermedad se halla entre nosotros. Conforme al pronóstico de que cada año se diagnostican en Cuba entre 200 y 300 nuevos casos de lepra, un total de 266 pacientes siguieron tratamiento médico en la Isla durante el 2004, período en el que se registraron 17 nuevos reportes en la provincia deCiudad de La Habana, dos más que en el año anterior.
Como mismo ya la lepra se cura y el elemento clave en su control es el diagnóstico precoz, las direcciones de higiene y epidemiología, junto a los grupos de dermatología, alertan sobre los síntomas incipientes que ayudan a identificar la infección: parestesia (hormigueo, picor o ardor), calambre y pérdida de sensibilidad táctil, térmica y al dolor en cualquier parte del cuerpo, con o sin mácula, y sangramiento nasal, entre otros. Los síntomas aparecerían entre dos y cinco años del momento de la infección, mas el tiempo de incubación puede extenderse hasta 10 y 20 años.
La lepra es diagnosticada por las vías clínica, de la biopsia, y de la baciloscopía. Los enfermos que contribuyeron con su testimonio a la escritura de estas líneas, acusaron, sin excepción, la importancia de cumplir el tratamiento de la lepra ¡al pie de la letra!, argumento válido para sanar de cualquier enfermedad y librarse de sus secuelas.
La lepra es una enfermedad infecciosa y crónica del hombre, caracterizada por lesiones en la piel, nervios, huesos y vísceras. Comúnmente distinguida con los eufemismos de mal de Hansen o mal de San Lázaro, se debe al contagio del bacilo mycobacterium leprae, identificado en 1873 por el médico noruego Gerhard Henrik Armauer Hansen.
Fue traída de Oriente a Europa por las legiones romanas (su probable zona de origen se ubica en el valle del río Indo), y fue tal su extensión que ya en el siglo XIII había en el viejo continente unas 20 mil leproserías (hospitales para los leprosos).
La voz lepra, de origen griego, es una traducción de tsara'ath, palabra hebrea empleada en la Biblia para describir lesiones dermatológicas que hoy se denominan de diversas formas (Lev 13, 18-37). Según el vigor religioso de la ley de Moisés, solo los sacerdotes podían examinar a los enfermos para, si sus llagas eran de lepra, declararlos impuros.
Debido a ese estigma, y a la presente desinformación sobre su cura, la lepra, amén de enfermedad, sigue siendo sinónimo de rechazo y exclusión social, y de declive hacia el desamparo, la soledad y la estrechez económica.
No obstante, la lepra es un mal curable. Las ancestrales complicaciones del leproso, sean la pérdida de miembros por lesiones óseas o la desfiguración conducente a la facies leonina –rostro leonino, con gruesos nódulos cutáneos–, son signos de una afección avanzada que hoy el tratamiento precoz permite evitar.
Con dicho tratamiento temprano –por un año, centrado en tres fármacos (dapsona, rifampicina y clofacimina) que garantiza la Organización Mundial de la Salud (OMS) y controla en Cuba el médico de la familia– se previenen las discapacidades que podría provocar la lepra, y a muy poco de iniciada la medicación se corta el contagio
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La lepra es una enfermedad infecciosa y crónica del hombre, caracterizada por lesiones en la piel, nervios, huesos y vísceras. Comúnmente distinguida con los eufemismos de mal de Hansen o mal de San Lázaro, se debe al contagio del bacilo mycobacterium leprae, identificado en 1873 por el médico noruego Gerhard Henrik Armauer Hansen.
Fue traída de Oriente a Europa por las legiones romanas (su probable zona de origen se ubica en el valle del río Indo), y fue tal su extensión que ya en el siglo XIII había en el viejo continente unas 20 mil leproserías (hospitales para los leprosos).
La voz lepra, de origen griego, es una traducción de tsara'ath, palabra hebrea empleada en la Biblia para describir lesiones dermatológicas que hoy se denominan de diversas formas (Lev 13, 18-37). Según el vigor religioso de la ley de Moisés, solo los sacerdotes podían examinar a los enfermos para, si sus llagas eran de lepra, declararlos impuros.
Debido a ese estigma, y a la presente desinformación sobre su cura, la lepra, amén de enfermedad, sigue siendo sinónimo de rechazo y exclusión social, y de declive hacia el desamparo, la soledad y la estrechez económica.
No obstante, la lepra es un mal curable. Las ancestrales complicaciones del leproso, sean la pérdida de miembros por lesiones óseas o la desfiguración conducente a la facies leonina –rostro leonino, con gruesos nódulos cutáneos–, son signos de una afección avanzada que hoy el tratamiento precoz permite evitar.
Con dicho tratamiento temprano –por un año, centrado en tres fármacos (dapsona, rifampicina y clofacimina) que garantiza la Organización Mundial de la Salud (OMS) y controla en Cuba el médico de la familia– se previenen las discapacidades que podría provocar la lepra, y a muy poco de iniciada la medicación se corta el contagio.
En dos palabras, diagnóstico precoz
Todavía no está claro cómo se transmite la lepra. El vivir en la misma casa y el nexo íntimo con una persona enferma aumentaría el riesgo. Las bacterias se transmitirían por el contacto con las descargas de la nariz del infectado. Los objetos contaminados también podrían tener un peso en esa transmisión.
Con todo, la lepra es quizás de entre todas las dolencias infecciosas la menos contagiosa. Cualquier persona puede infectarse, pero no es tan fácil, el mycobacterium leprae es de baja virulencia, para enfermar de lepra es preciso estar genéticamente predispuesto para adquirirla: un factor de resistencia natural a la lepra está presente en el ¡95% de la población! Así la lepra constituye hoy un problema de salud solo allí donde la falta denutrición conduce a una merma de la resistencia a éste y a otros males.
En este 2005 se hace un esfuerzo a escala mundial para erradicar la enfermedad. En el hemisferio occidental se registran 336 mil casos al año. Las cifras mundiales acusan unos 5,25 millones de casos denunciados mientras los afectados sumarían 10 millones.
Según la doctora Laura C Hurtado, dermatóloga-jefa del Programa de Control de Lepra en el municipio habanero de Arroyo Naranjo, contrario a lo que muchos piensan, aún con una tasa de menos de uno por cada 10 mil habitantes, la enfermedad se halla entre nosotros. Conforme al pronóstico de que cada año se diagnostican en Cuba entre 200 y 300 nuevos casos de lepra, un total de 266 pacientes siguieron tratamiento médico en la Isla durante el 2004, período en el que se registraron 17 nuevos reportes en la provincia deCiudad de La Habana, dos más que en el año anterior.
Como mismo ya la lepra se cura y el elemento clave en su control es el diagnóstico precoz, las direcciones de higiene y epidemiología, junto a los grupos de dermatología, alertan sobre los síntomas incipientes que ayudan a identificar la infección: parestesia (hormigueo, picor o ardor), calambre y pérdida de sensibilidad táctil, térmica y al dolor en cualquier parte del cuerpo, con o sin mácula, y sangramiento nasal, entre otros. Los síntomas aparecerían entre dos y cinco años del momento de la infección, mas el tiempo de incubación puede extenderse hasta 10 y 20 años.
La lepra es diagnosticada por las vías clínica, de la biopsia, y de la baciloscopía. Los enfermos que contribuyeron con su testimonio a la escritura de estas líneas, acusaron, sin excepción, la importancia de cumplir el tratamiento de la lepra ¡al pie de la letra!, argumento válido para sanar de cualquier enfermedad y librarse de sus secuelas.
La lepra es una enfermedad infecciosa y crónica del hombre, caracterizada por lesiones en la piel, nervios, huesos y vísceras. Comúnmente distinguida con los eufemismos de mal de Hansen o mal de San Lázaro, se debe al contagio del bacilo mycobacterium leprae, identificado en 1873 por el médico noruego Gerhard Henrik Armauer Hansen.
Fue traída de Oriente a Europa por las legiones romanas (su probable zona de origen se ubica en el valle del río Indo), y fue tal su extensión que ya en el siglo XIII había en el viejo continente unas 20 mil leproserías (hospitales para los leprosos).
La voz lepra, de origen griego, es una traducción de tsara'ath, palabra hebrea empleada en la Biblia para describir lesiones dermatológicas que hoy se denominan de diversas formas (Lev 13, 18-37). Según el vigor religioso de la ley de Moisés, solo los sacerdotes podían examinar a los enfermos para, si sus llagas eran de lepra, declararlos impuros.
Debido a ese estigma, y a la presente desinformación sobre su cura, la lepra, amén de enfermedad, sigue siendo sinónimo de rechazo y exclusión social, y de declive hacia el desamparo, la soledad y la estrechez económica.
No obstante, la lepra es un mal curable. Las ancestrales complicaciones del leproso, sean la pérdida de miembros por lesiones óseas o la desfiguración conducente a la facies leonina –rostro leonino, con gruesos nódulos cutáneos–, son signos de una afección avanzada que hoy el tratamiento precoz permite evitar.
Con dicho tratamiento temprano –por un año, centrado en tres fármacos (dapsona, rifampicina y clofacimina) que garantiza la Organización Mundial de la Salud (OMS) y controla en Cuba el médico de la familia– se previenen las discapacidades que podría provocar la lepra, y a muy poco de iniciada la medicación se corta el contagio