Una de las heridas que sigue sangrando para el pueblo estadounidense es sin duda la de Vietnam. Bien sabido es la nula popularidad que tuvo el conflicto en su momento, así como las severas consecuencias emocionales que dejó en los que participaron del mismo.
Hollywood ha intentado en varias ocasiones dar una visión más o menos objetiva de lo que significó dicho enfrentamiento con visiones críticas como Apocalipsis Ahora, Pelotón o Cara de Guerra. En estos filmes, la realidad se presenta de una manera que, si bien no es lo desgarradora que en verdad fue, trata de acercarse lo más posible a lo acontecido.
Es por ello que es difícil entender la visión que Randall Wallace (guionista de Corazón Valiente) quiere dar de las cosas, pues en Fuimos Héroes (We Were Soldiers, 2002) pretender echar por tierra todas las críticas a la juventud norteamericana de la época, presentando los hechos de una manera que recuerda a lo peor de la derecha republicana de ese país, asemejándose a la patética y triste época del senador McCarthy y su “cacería de brujas”. Para Wallace, todo lo que se diga en contra de los soldados que participaron en asesinatos, violaciones y drogadicción, es falso.
Escena de la películaCon un guión basado en el libro We Were Soldiers Once And Young, escrito por el coronel Harold Moore y el fotógrafo Joe Galloway, el filme presenta una historia cuyo punto medular es la sangrienta batalla que tuvo lugar en noviembre de 1965, en el territorio vietnamita conocido como el “valle de la muerte”.
Ahí, las tropas estadounidenses a cargo de Moore (Mel Gibson) tuvieron que enfrentar una verdadera emboscada en la que el enemigo los superaba en número de forma descomunal. Algunos de los elementos que formaron parte del batallón fueron el piloto Snakeshit Crandall (Greg Kinnear), el joven teniente Jack Geoghegan (Chris Klein) y el fotógrafo Joe Galloway (Barry Pepper), quien tuvo que cambiar la cámara de fotos por un fusil.
El soporte y motivación de todos es su familia, de las cuales destacan Julie (Madeleine Stowe), esposa de Moore, y Bárbara (Keri Russell), esposa de Geoghegan. Sin embargo, ambas se convierten sin querer en mensajeras de malas noticias, pues son las encargadas de avisarles a las demás familias del fallecimiento de un ser querido en el campo de batalla.
Madeleine Stowe y Mel GibsonA nivel técnico, el filme está sólidamente realizado por Wallace y su equipo, mostrando secuencias llenas de acción y sangre que impactan al espectador por lo fuerte de su realismo. Aunque no llega al nivel mostrado por Steven Spielberg (Rescatando al Soldado Ryan) o Ridley Scott (La Caída del Halcón Negro), es un buen ejercicio visual que intenta transmitir el caos que se vive en el campo de batalla.
A nivel actoral, el reparto efectúa un buen trabajo, destacando Stowe, quien tras varios años de ausencia, regresa para interpretar eficazmente a una mujer llena de emociones y sentimientos encontrados. Gibson, por su parte, repite el tipo de personajes que le hemos visto hasta el cansancio en años recientes, que es el del buen hombre de familia, patriota y noble... aunque ni siquiera él mismo se lo crea.
El resto del elenco cumple, con la excepción de Chris Klein, quien debe de estar poderosamente apadrinado por alguien muy influyente en el medio, pues de otra forma no se explica la tendencia que en tiempos recientes se tiene de hacerlo aparecer en cuanta cinta sea producida. Frío, inexpresivo y con talento limitado, Klein es el claro ejemplo de la crisis de figuras por las que atraviesa Hollywood en la actualidad.
Escena de la películaEntonces llegamos al verdadero problema de la cinta: su historia. No es posible que a estas alturas de la historia humana, se quiera “tapar el sol con un dedo” y mostrar una “realidad” ficticia. Tanto como para Wallace como para su estrella principal, personas como Francis Ford Coppola u Oliver Stone (así como decenas de relatos históricos que confirman el hecho) están equivocados: los jóvenes estadounidenses que fueron a Vietnam no eran ni adictos a las drogas, ni asesinos de niños ni violadores de mujeres. Eran, según él, seres humanos como cualquiera.
Lo malo es que los fallidos intentos de “humanizar” a sus héroes solo sirven de propaganda autoritaria y retrógrada a un gobierno que, a la luz de los acontecimientos del 11 de septiembre, se ha dedicado a exacerbar el patrioterismo yanqui y a manipular a media humanidad con el eterno discurso de la guerra entre el “bien” (EE.UU.) y el “mal” (el resto del mundo).
Las consecuencias de los ataques terroristas en Nueva York y Washington no las vamos a discutir aquí, pero sí podemos comenzar a ver la tendencia que va a tomar la cinematografía estadounidense de aquí en adelante y que es, por demás, preocupante. ¿Por qué no tratar de mostrar también el lado humano de los vietnamitas? ¿ por qué no cuestionar las acciones que tomó en ese conflicto su gobierno aún en contra de la voluntad popular? ¿por qué quer
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Una de las heridas que sigue sangrando para el pueblo estadounidense es sin duda la de Vietnam. Bien sabido es la nula popularidad que tuvo el conflicto en su momento, así como las severas consecuencias emocionales que dejó en los que participaron del mismo.
Hollywood ha intentado en varias ocasiones dar una visión más o menos objetiva de lo que significó dicho enfrentamiento con visiones críticas como Apocalipsis Ahora, Pelotón o Cara de Guerra. En estos filmes, la realidad se presenta de una manera que, si bien no es lo desgarradora que en verdad fue, trata de acercarse lo más posible a lo acontecido.
Es por ello que es difícil entender la visión que Randall Wallace (guionista de Corazón Valiente) quiere dar de las cosas, pues en Fuimos Héroes (We Were Soldiers, 2002) pretender echar por tierra todas las críticas a la juventud norteamericana de la época, presentando los hechos de una manera que recuerda a lo peor de la derecha republicana de ese país, asemejándose a la patética y triste época del senador McCarthy y su “cacería de brujas”. Para Wallace, todo lo que se diga en contra de los soldados que participaron en asesinatos, violaciones y drogadicción, es falso.
Escena de la películaCon un guión basado en el libro We Were Soldiers Once And Young, escrito por el coronel Harold Moore y el fotógrafo Joe Galloway, el filme presenta una historia cuyo punto medular es la sangrienta batalla que tuvo lugar en noviembre de 1965, en el territorio vietnamita conocido como el “valle de la muerte”.
Ahí, las tropas estadounidenses a cargo de Moore (Mel Gibson) tuvieron que enfrentar una verdadera emboscada en la que el enemigo los superaba en número de forma descomunal. Algunos de los elementos que formaron parte del batallón fueron el piloto Snakeshit Crandall (Greg Kinnear), el joven teniente Jack Geoghegan (Chris Klein) y el fotógrafo Joe Galloway (Barry Pepper), quien tuvo que cambiar la cámara de fotos por un fusil.
El soporte y motivación de todos es su familia, de las cuales destacan Julie (Madeleine Stowe), esposa de Moore, y Bárbara (Keri Russell), esposa de Geoghegan. Sin embargo, ambas se convierten sin querer en mensajeras de malas noticias, pues son las encargadas de avisarles a las demás familias del fallecimiento de un ser querido en el campo de batalla.
Madeleine Stowe y Mel GibsonA nivel técnico, el filme está sólidamente realizado por Wallace y su equipo, mostrando secuencias llenas de acción y sangre que impactan al espectador por lo fuerte de su realismo. Aunque no llega al nivel mostrado por Steven Spielberg (Rescatando al Soldado Ryan) o Ridley Scott (La Caída del Halcón Negro), es un buen ejercicio visual que intenta transmitir el caos que se vive en el campo de batalla.
A nivel actoral, el reparto efectúa un buen trabajo, destacando Stowe, quien tras varios años de ausencia, regresa para interpretar eficazmente a una mujer llena de emociones y sentimientos encontrados. Gibson, por su parte, repite el tipo de personajes que le hemos visto hasta el cansancio en años recientes, que es el del buen hombre de familia, patriota y noble... aunque ni siquiera él mismo se lo crea.
El resto del elenco cumple, con la excepción de Chris Klein, quien debe de estar poderosamente apadrinado por alguien muy influyente en el medio, pues de otra forma no se explica la tendencia que en tiempos recientes se tiene de hacerlo aparecer en cuanta cinta sea producida. Frío, inexpresivo y con talento limitado, Klein es el claro ejemplo de la crisis de figuras por las que atraviesa Hollywood en la actualidad.
Escena de la películaEntonces llegamos al verdadero problema de la cinta: su historia. No es posible que a estas alturas de la historia humana, se quiera “tapar el sol con un dedo” y mostrar una “realidad” ficticia. Tanto como para Wallace como para su estrella principal, personas como Francis Ford Coppola u Oliver Stone (así como decenas de relatos históricos que confirman el hecho) están equivocados: los jóvenes estadounidenses que fueron a Vietnam no eran ni adictos a las drogas, ni asesinos de niños ni violadores de mujeres. Eran, según él, seres humanos como cualquiera.
Lo malo es que los fallidos intentos de “humanizar” a sus héroes solo sirven de propaganda autoritaria y retrógrada a un gobierno que, a la luz de los acontecimientos del 11 de septiembre, se ha dedicado a exacerbar el patrioterismo yanqui y a manipular a media humanidad con el eterno discurso de la guerra entre el “bien” (EE.UU.) y el “mal” (el resto del mundo).
Las consecuencias de los ataques terroristas en Nueva York y Washington no las vamos a discutir aquí, pero sí podemos comenzar a ver la tendencia que va a tomar la cinematografía estadounidense de aquí en adelante y que es, por demás, preocupante. ¿Por qué no tratar de mostrar también el lado humano de los vietnamitas? ¿ por qué no cuestionar las acciones que tomó en ese conflicto su gobierno aún en contra de la voluntad popular? ¿por qué quer
es emocionante la pelicula