La Primera Guerra había iniciado en triangular entre Estados Unidos, Gran Bretaña y la Argentina. La Sociedad Rural propició "comprar a quien no compra", lo que equivalía a fortalecer los vínculos con Inglaterra. Las simpatías de los grandes productores hacia Gran Bretaña afirmaron el intercambio bilateral y acentuaron la desconfianza de Estados Unidos hacia Argentina. En 1932, los pactos de Ottawa aislaron a la Argentina de su principal comprados. La imposibilidad de buscar otros mercados llevó al gobierno a enviar con urgencia una misión comercial a Londres.
Sin embargo el patrón de inversiones estadounidense era diferente del británico. Los ingleses preferían vender los bienes de consumo o realizar inversiones. Por su parte los norteamericanos preferían instalar sus fábricas en la Argentina porque de este modo se aseguraban la presencia en los mercados de nuestro país- y la consiguiente remesa de ganancias a las casas centrales en los Estados Unidos- sin correr el peligro de una posible suba de los aranceles aduaneros que los dejara sin posibilidad de competir.
Así se instalaron en la Argentina empresas como General Motors, Parque Davis, Ford, Colgate Palmolive, Atkinsons, Toddy y Goodyear. Estas empresas, filiales de grandes conglomerados con sede en Estados Unidos, compraban buena parte de sus insumos en las casas matrices o sólo ensamblaban el producto final en la Argentina.
Este flujo comercial en el que Argentina era el comprador y los Estados Unidos recibían dinero a cambio de sus ventas, no disponía de ningún tipo de contrapartida, ya que nuestro país no tenía nada que vender a Estados Unidos. Esta situación marcó una gran diferencia con las relaciones con Europa y, en especial, con Gran Bretaña ya que éstos eran importantes compradores de los productos agrícolas argentinos.
Esta situación generó una relación comercial que podría caracterizarse como TRIANGULAR, en la cual Argentina era naturalmente el vértice más débil: frente a los Estados Unidos, porque el comercio era siempre deficitario, y, frente a Gran Bretaña, porque al ser ésta la principal compradora de los productos agropecuarios (mientras crecía la oferta mundial de los mismos), podía imponer a la Argentina todas sus condiciones.
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La Primera Guerra había iniciado en triangular entre Estados Unidos, Gran Bretaña y la Argentina. La Sociedad Rural propició "comprar a quien no compra", lo que equivalía a fortalecer los vínculos con Inglaterra. Las simpatías de los grandes productores hacia Gran Bretaña afirmaron el intercambio bilateral y acentuaron la desconfianza de Estados Unidos hacia Argentina. En 1932, los pactos de Ottawa aislaron a la Argentina de su principal comprados. La imposibilidad de buscar otros mercados llevó al gobierno a enviar con urgencia una misión comercial a Londres.
Sin embargo el patrón de inversiones estadounidense era diferente del británico. Los ingleses preferían vender los bienes de consumo o realizar inversiones. Por su parte los norteamericanos preferían instalar sus fábricas en la Argentina porque de este modo se aseguraban la presencia en los mercados de nuestro país- y la consiguiente remesa de ganancias a las casas centrales en los Estados Unidos- sin correr el peligro de una posible suba de los aranceles aduaneros que los dejara sin posibilidad de competir.
Así se instalaron en la Argentina empresas como General Motors, Parque Davis, Ford, Colgate Palmolive, Atkinsons, Toddy y Goodyear. Estas empresas, filiales de grandes conglomerados con sede en Estados Unidos, compraban buena parte de sus insumos en las casas matrices o sólo ensamblaban el producto final en la Argentina.
Este flujo comercial en el que Argentina era el comprador y los Estados Unidos recibían dinero a cambio de sus ventas, no disponía de ningún tipo de contrapartida, ya que nuestro país no tenía nada que vender a Estados Unidos. Esta situación marcó una gran diferencia con las relaciones con Europa y, en especial, con Gran Bretaña ya que éstos eran importantes compradores de los productos agrícolas argentinos.
Esta situación generó una relación comercial que podría caracterizarse como TRIANGULAR, en la cual Argentina era naturalmente el vértice más débil: frente a los Estados Unidos, porque el comercio era siempre deficitario, y, frente a Gran Bretaña, porque al ser ésta la principal compradora de los productos agropecuarios (mientras crecía la oferta mundial de los mismos), podía imponer a la Argentina todas sus condiciones.