Fue J.J. Thomson, las investigaciones que condujeron al descubrimiento del electrón comenzaron con un intento de explicar la discrepancia que existe en el modo como se desvían los rayos catódicos según que actúen sobre ellos fuerzas magnéticas o fuerzas eléctricas.
Las fuerzas magnéticas desván los rayos del mismo modo que si fuesen ellas partículas cargadas de electricidad negativa que se movieran en la misma dirección que los rayos.
Si es colocado un cilindro de Faraday fuera de la trayectoria normal de un haz delgado de rayos catódicos, no recibe ninguna carga eléctrica; pero recibe una abundante carga eléctrica negativa si por medio de un imán de hace que el haz se desvíe hacia el interior del cilindro. Esto sería una prueba decisiva de que los rayos lleven electricidad negativa, de no haber demostrado Hertz que no padecen desviación alguna al exponerlos a la acción de una fuerza eléctrica. De ahí derivó Hertz que los rayos no estaban cargados de electricidad negativa. Sostuvo pues, la hipótesis, defendida por la mayoría de los físicos alemanes, según la cual tales rayos son corrientes eléctricas que pasan a través del éter, saliendo del cátodo la electricidad negativa, y yendo hacia él la positiva, y que sobre ellos actúan las fuerzas magnéticas de acuerdo a las leyes descubiertas por Ampére acerca de las fuerzas que obran sobre las corrientes eléctricas.
Dichas corrientes darían una carga eléctrica negativa a los cuerpos contra los cuales chocan. Las desviaría un imán, de acuerdo con las leyes de Ampére. No las desviarían las fuerzas eléctricas. Son cabalmente las propiedades que durante mucho tiempo se creyó que poseían los rayos catódicos.
En mi primer experimento para desviar un haz de rayos catódicos, lo hice pasar por entre dos láminas paralelas de metal sujetas en lo interior del tubo de descarga y generé un campo eléctrico entre las láminas. Con ello no logré producir ninguna desviación duradera. Con todo, pude descubrir un leve fulgor en el haz, al aplicar por primera vez una fuerza eléctrica. Esto me dio la clave de lo que, a mi juicio, explica la falta de desviación eléctrica de los rayos.
De existir un gas entre las láminas, lo ionizarían los rayos catódicos al atravesarlo, y producirían así cierta cantidad de partículas cargadas de electricidad así positiva como negativa. La lámina cargada de electricidad positiva atraería las partículas cargadas de electricidad negativa, y neutralizaría, en el espacio que queda entre las láminas, el efecto de su electrización positiva. Cargándose así las láminas no se generaría fuerza eléctrica entre ellas. El resplandor momentáneo tuvo por causa el que no era instantánea la neutralización de las láminas.
Como de acuerdo con esta hipótesis la falta de desviación se debía a la presencia de gas, o sea a lo demasiado alto de la presión lo que había que hacer era lograr un vacío mucho mayor. Esto era más fácil de decir que de hacer. En aquél tiempo la técnica para producir vacíos altos se hallaba todavía en pañales. No se había comprendido la necesidad de eliminar el gas condensado sobre las paredes del tubo de descarga y sobre el metal de los electrodos, a acusa de la calefacción prolongada. Como dicho gas se liberaba al pasar la descarga por el tubo, el vacío se echaba a perder rápidamente durante la descarga; y las máquinas neumáticas que de entonces se disponía no tenían la rapidez necesaria para seguir el ritmo de esa liberación. No obstante, haciendo pasar un día y otro día la descarga por el tubo sin introducir nuevo gas, se fue eliminando el gas de las paredes y de los electrodos, y se hizo posible conseguir un vacío mucho mayor.
Este resultado eliminó la discrepancia entre los efectos de las fuerzas eléctricas y las magnéticas que actuaban sobre las partículas catódicas, más aún: suministró el método para medir la velocidad de las partículas y la razón e/m, siendo m la masa de las partículas y la e su carga eléctrica.
Estos experimentos se hacían como exploración. El aparato era muy sencillo y adolecía de las necesidades necesarias para obtener resultados numéricos rigurosos. Sin embargo, era apto par confirmar que las partículas del rayo catódico son el orden 107 siendo así que el valor más pequeño hallado hasta entonces era 104, para el átomo de hidrógeno, en la electrólisis. De modo que, si fuese e igual a la carga de electricidad que lleva el átomo de hidrógeno –cosa que más delante se demostró- la masa m de la partícula de rayo no podía ser mayor que la milésima parte de la masa de un átomo de hidrógeno, la cual era la masa más pequeña de las hasta entonces conocidas. También quedó confirmado que la masa de las partículas sobredichas no depende de la clase de gas que contiene el tubo de descarga. Tan sorprendentes eran esos resultados que consideré más importantes hacer una revisión general del asunto que perfeccionar la determinación del valor exacto de la relación entre la masa de la partícula y la masa del átomo de hidrógeno.
Experimenté luego con partículas electrizadas que se habían producido por métodos en los cuales no se había aplicado ninguna fuerza eléctrica a la fuente de las partículas. Como es sabido, los metales al aplicárseles luz ultravioleta dan electricidad negativa; y otro tanto hacen los filamentos metálicos y los de carbono cuando se ponen incandescentes. Utilizando métodos análogos a los que uso para el caso de los rayos catódicos medí los valores de la razón e/m, para los portadores de electricidad negativa en estos últimos casos, y encontro que dichos valores eran idénticos al que se da en los rayos catódicos.
El electrón fue descubierto por Joseph John Thomson en 1905 en el Laboratorio Cavendish de la Universidad de Cambridge, mientras estudiaba el comportamiento de los rayos catódicos. Influenciado por el trabajo de Maxwell
La existencia del electrón fue postulada por G. Johnstone Stoney, como una unidad de carga en el campo de la electroquímica. El electrón fue descubierto por Joseph John Thomson en 1905 en el Laboratorio Cavendish de la Universidad de Cambridge, mientras estudiaba el comportamiento de los rayos catódicos. Influenciado por el trabajo de Maxwell y el descubrimiento de los rayos X, dedujo que en el tubo de rayos catódicos existían unas partículas con carga negativa que denominó corpúsculos. Aunque Stoney había propuesto la existencia del electrón. fue Thomson quien descubrió su carácter de partícula fundamental. Para confirmar la existencia del electrón era necesario medir sus propiedades, en particular su carga eléctrica. Este objetivo fue alcanzado por Millikan en el célebre experimento de la gota de aceite realizado en 1909.
George Paget Thomson, hijo de J.J. Thomson, demostró la naturaleza ondulatoria del electrón al lograr difractar los electrones al atravesar una lámina de metal. Dicho experimento condujo a la aparición de un patrón de interferencia como el que se obtiene en la difracción de ondas como la luz, probando la dualidad onda corpúsculo la mecánica cuántica postulada en 1926 por De Broglie. Este descubrimiento le valió el Premio Nobel de Física de 1937.
El espín del electrón se observó por vez primera en el experimento de Stern-Gerlach. Su carga eléctrica puede medirse directamente con un electrómetro y la corriente generada por su movimiento con un galvanómetro. Seis años antes de los descubrimientos de Thomson, el físico irlandés Stoney había propuesto la existencia de estas partículas, pero no lo había podido comprobar. Como asumía que la partícula tenía carga eléctrica, la denominó electrón. Posteriormente, otros científicos demostraron experimentalmente que estas partículas o electrones, tienen una masa 2000 veces menor que el átomo de hidrógeno.
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Fue J.J. Thomson, las investigaciones que condujeron al descubrimiento del electrón comenzaron con un intento de explicar la discrepancia que existe en el modo como se desvían los rayos catódicos según que actúen sobre ellos fuerzas magnéticas o fuerzas eléctricas.
Las fuerzas magnéticas desván los rayos del mismo modo que si fuesen ellas partículas cargadas de electricidad negativa que se movieran en la misma dirección que los rayos.
Si es colocado un cilindro de Faraday fuera de la trayectoria normal de un haz delgado de rayos catódicos, no recibe ninguna carga eléctrica; pero recibe una abundante carga eléctrica negativa si por medio de un imán de hace que el haz se desvíe hacia el interior del cilindro. Esto sería una prueba decisiva de que los rayos lleven electricidad negativa, de no haber demostrado Hertz que no padecen desviación alguna al exponerlos a la acción de una fuerza eléctrica. De ahí derivó Hertz que los rayos no estaban cargados de electricidad negativa. Sostuvo pues, la hipótesis, defendida por la mayoría de los físicos alemanes, según la cual tales rayos son corrientes eléctricas que pasan a través del éter, saliendo del cátodo la electricidad negativa, y yendo hacia él la positiva, y que sobre ellos actúan las fuerzas magnéticas de acuerdo a las leyes descubiertas por Ampére acerca de las fuerzas que obran sobre las corrientes eléctricas.
Dichas corrientes darían una carga eléctrica negativa a los cuerpos contra los cuales chocan. Las desviaría un imán, de acuerdo con las leyes de Ampére. No las desviarían las fuerzas eléctricas. Son cabalmente las propiedades que durante mucho tiempo se creyó que poseían los rayos catódicos.
En mi primer experimento para desviar un haz de rayos catódicos, lo hice pasar por entre dos láminas paralelas de metal sujetas en lo interior del tubo de descarga y generé un campo eléctrico entre las láminas. Con ello no logré producir ninguna desviación duradera. Con todo, pude descubrir un leve fulgor en el haz, al aplicar por primera vez una fuerza eléctrica. Esto me dio la clave de lo que, a mi juicio, explica la falta de desviación eléctrica de los rayos.
De existir un gas entre las láminas, lo ionizarían los rayos catódicos al atravesarlo, y producirían así cierta cantidad de partículas cargadas de electricidad así positiva como negativa. La lámina cargada de electricidad positiva atraería las partículas cargadas de electricidad negativa, y neutralizaría, en el espacio que queda entre las láminas, el efecto de su electrización positiva. Cargándose así las láminas no se generaría fuerza eléctrica entre ellas. El resplandor momentáneo tuvo por causa el que no era instantánea la neutralización de las láminas.
Como de acuerdo con esta hipótesis la falta de desviación se debía a la presencia de gas, o sea a lo demasiado alto de la presión lo que había que hacer era lograr un vacío mucho mayor. Esto era más fácil de decir que de hacer. En aquél tiempo la técnica para producir vacíos altos se hallaba todavía en pañales. No se había comprendido la necesidad de eliminar el gas condensado sobre las paredes del tubo de descarga y sobre el metal de los electrodos, a acusa de la calefacción prolongada. Como dicho gas se liberaba al pasar la descarga por el tubo, el vacío se echaba a perder rápidamente durante la descarga; y las máquinas neumáticas que de entonces se disponía no tenían la rapidez necesaria para seguir el ritmo de esa liberación. No obstante, haciendo pasar un día y otro día la descarga por el tubo sin introducir nuevo gas, se fue eliminando el gas de las paredes y de los electrodos, y se hizo posible conseguir un vacío mucho mayor.
Este resultado eliminó la discrepancia entre los efectos de las fuerzas eléctricas y las magnéticas que actuaban sobre las partículas catódicas, más aún: suministró el método para medir la velocidad de las partículas y la razón e/m, siendo m la masa de las partículas y la e su carga eléctrica.
Estos experimentos se hacían como exploración. El aparato era muy sencillo y adolecía de las necesidades necesarias para obtener resultados numéricos rigurosos. Sin embargo, era apto par confirmar que las partículas del rayo catódico son el orden 107 siendo así que el valor más pequeño hallado hasta entonces era 104, para el átomo de hidrógeno, en la electrólisis. De modo que, si fuese e igual a la carga de electricidad que lleva el átomo de hidrógeno –cosa que más delante se demostró- la masa m de la partícula de rayo no podía ser mayor que la milésima parte de la masa de un átomo de hidrógeno, la cual era la masa más pequeña de las hasta entonces conocidas. También quedó confirmado que la masa de las partículas sobredichas no depende de la clase de gas que contiene el tubo de descarga. Tan sorprendentes eran esos resultados que consideré más importantes hacer una revisión general del asunto que perfeccionar la determinación del valor exacto de la relación entre la masa de la partícula y la masa del átomo de hidrógeno.
Experimenté luego con partículas electrizadas que se habían producido por métodos en los cuales no se había aplicado ninguna fuerza eléctrica a la fuente de las partículas. Como es sabido, los metales al aplicárseles luz ultravioleta dan electricidad negativa; y otro tanto hacen los filamentos metálicos y los de carbono cuando se ponen incandescentes. Utilizando métodos análogos a los que uso para el caso de los rayos catódicos medí los valores de la razón e/m, para los portadores de electricidad negativa en estos últimos casos, y encontro que dichos valores eran idénticos al que se da en los rayos catódicos.
El electrón fue descubierto por Joseph John Thomson en 1905 en el Laboratorio Cavendish de la Universidad de Cambridge, mientras estudiaba el comportamiento de los rayos catódicos. Influenciado por el trabajo de Maxwell
Los electrones los descubrio, j.j. Thomson(1897). Con su tubo de rayos catodico.
Fue el grupo de los 7 metales
Joseph John Thomson en 1905
Joseph John Thomson en 1905 en el Laboratorio Cavendish de la Universidad de Cambridge
La existencia del electrón fue postulada por G. Johnstone Stoney, como una unidad de carga en el campo de la electroquímica. El electrón fue descubierto por Joseph John Thomson en 1905 en el Laboratorio Cavendish de la Universidad de Cambridge, mientras estudiaba el comportamiento de los rayos catódicos. Influenciado por el trabajo de Maxwell y el descubrimiento de los rayos X, dedujo que en el tubo de rayos catódicos existían unas partículas con carga negativa que denominó corpúsculos. Aunque Stoney había propuesto la existencia del electrón. fue Thomson quien descubrió su carácter de partícula fundamental. Para confirmar la existencia del electrón era necesario medir sus propiedades, en particular su carga eléctrica. Este objetivo fue alcanzado por Millikan en el célebre experimento de la gota de aceite realizado en 1909.
George Paget Thomson, hijo de J.J. Thomson, demostró la naturaleza ondulatoria del electrón al lograr difractar los electrones al atravesar una lámina de metal. Dicho experimento condujo a la aparición de un patrón de interferencia como el que se obtiene en la difracción de ondas como la luz, probando la dualidad onda corpúsculo la mecánica cuántica postulada en 1926 por De Broglie. Este descubrimiento le valió el Premio Nobel de Física de 1937.
El espín del electrón se observó por vez primera en el experimento de Stern-Gerlach. Su carga eléctrica puede medirse directamente con un electrómetro y la corriente generada por su movimiento con un galvanómetro. Seis años antes de los descubrimientos de Thomson, el físico irlandés Stoney había propuesto la existencia de estas partículas, pero no lo había podido comprobar. Como asumía que la partícula tenía carga eléctrica, la denominó electrón. Posteriormente, otros científicos demostraron experimentalmente que estas partículas o electrones, tienen una masa 2000 veces menor que el átomo de hidrógeno.
alguien que queria jodernos la vida