Viriato (180 a.C. a 139 a.C.) fue el principal cabecilla de la tribu lusitana que hizo frente a la expansión de Roma, en buena parte de las actuales Extremadura y Portugal al sur del río Duero. Viriato condujo a los guerreros tribales a numerosas victorias sobre los romanos durante el periodo de 147 a 139 a.C., antes de ser traicionado y asesinado por algunos de sus propios hombres a mando de los romanos. En portugués y castellano es conocido como Viriato, mientras que los romanos le denominaban Viriathus, latinizando su nombre
Como último caudillo de los lusitanos, tuvo en jaque durante varios años a las legiones romanas. En su primera gran victoria, fingió una retirada y arrasó a las tropas de Vetilio. «Roma no paga traidores» fue la frase que, según la leyenda, tuvieron que escuchar sus tres asesinos: Ditalcón, Audax y Minuro.
Lo que seguramente ha cautivado la imaginación de las sucesivas generaciones de lectores más o menos celtÃberos es su soberbia aparición en los libros de Historia, digna de Don Juan en la HosterÃa del Laurel. Cuenta Diodoro de Sicilia que un hombre rico llamado Astipas concedió la mano de su hija a un tal Viriato y organizó el ya entonces forzoso banquete nupcial.
En una de las diversas treguas que acordaban sin convicción ambas partes desde el año 140 a.d.C., Viriato mató a su suegro, miembro de la clase dirigente lusitana que tal vez habÃa decidido ya el pacto con los romanos. Y finalmente, en el 139 a.d.C., pudo recibir la oferta de ser rey de una Lusitania independiente y aliada de Roma. O tal vez la propuesta fue suya y los romanos fingieron aceptarla; sobre eso no hay acuerdo.
Muerto Viriato, sus guerreros le rindieron homenaje cantando himnos, degollando animales y combatiendo por parejas sobre su tumba, fórmula del entierro de primera en aquellos siglos tremendos. Una vez quemado su cadáver en la pira ritual, aventadas sus cenizas y apagado el gran fuego nocturno, los lusitanos no encontraron -tal vez por no quererlo buscar- sucesor para Viriato y fueron entrando en la órbita romana.
Tras aprender de estos acontecimientos (140 a.C.), Roma envió a Iberia a uno de sus mejores generales, Serviliano Cepión, gobernador de la Ulterior. Cerca de Sierra Morena, los romanos cayeron en una emboscada que los lusitanos les tendieron. Sin embargo Viriato permitió que el general y los soldados bajo su mando se marchasen a cambio de un tratado de paz con Roma. Serviliano declaró entonces a Viriato «amigo de Roma», reconociendo al cabecilla lusitano dirigente de las tierras bajo su mando.
[editar] Asesinato de Viriato
El senado romano rechazó el pacto hecho por Serviliano con el pueblo lusitano. Por otra parte, los romanos cambiaron su modo de actuar: sabiendo que la fuerza de la resistencia lusitana se debÃa en gran parte al liderazgo de Viriato, en torno al 139 a.C., Marco Pompilio Lenas sobornó a Ãudax, Ditalco y Minurus, tres lusitanos enviados por Viriato como emisarios con el propósito de llegar a un acuerdo de paz. Una vez de vuelta en su campamento, sus comandantes asesinaron a Viriato y rendirse a Roma y asà conseguir beneficios, y por la noche lo mataron.
Cuando los traidores regresaron al campamento romano reclamando la recompensa prometida por Marco Pompilio, el cónsul Escipión ordenó que los ejecutaran, declarando que «Roma no paga a los traidores». Los motivos de la traición se desconocen, si bien parece que guardan relación con los problemas socio-económicos por que atravesaba Lusitania bajo la presión romana.
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Viriato (180 a.C. a 139 a.C.) fue el principal cabecilla de la tribu lusitana que hizo frente a la expansión de Roma, en buena parte de las actuales Extremadura y Portugal al sur del río Duero. Viriato condujo a los guerreros tribales a numerosas victorias sobre los romanos durante el periodo de 147 a 139 a.C., antes de ser traicionado y asesinado por algunos de sus propios hombres a mando de los romanos. En portugués y castellano es conocido como Viriato, mientras que los romanos le denominaban Viriathus, latinizando su nombre
VIRIATO: El último lusitano
El Mundo, 2 de noviembre de 1997
Como último caudillo de los lusitanos, tuvo en jaque durante varios años a las legiones romanas. En su primera gran victoria, fingió una retirada y arrasó a las tropas de Vetilio. «Roma no paga traidores» fue la frase que, según la leyenda, tuvieron que escuchar sus tres asesinos: Ditalcón, Audax y Minuro.
Cuando España aún no era España -ni Portugal, Portugal-, Viriato ya era Viriato. Siglo y medio antes del nacimiento de Cristo, mientras romanos y cartagineses remataban su pugna por el dominio del Mediterráneo, incluyendo a Hispania de forma muy especial, Viriato llegó a dominar militarmente casi toda la PenÃnsula, desde el valle del Guadalquivir al valle del Ebro. En aquel mosaico de tribus en retirada y entre los dos grandes imperios de la época, el genio militar del último gran jefe de la tribu de los lusitanos consiguió un poder indÃgena como seguramente no existió antes y no volvió a existir después. Viriato, como IndÃbil y Mandonio, es un sÃmbolo de la Iberia que los cronistas romanos retratan en su crepúsculo, mientras la civilización grecolatina, a sangre y fuego, entraba lentamente en la PenÃnsula.
La novelerÃa romántica ha hecho que Viriato, enemigo de Roma, figure en nuestro panteón imaginario con más méritos que Sertorio, Pompeyo o Julio César. Cuando antaño se enseñaba Historia en pÃldoras mitológicas, Viriato era «un pastor lusitano». Pero aun en el caso de que alguna vez cuidara ovejas o cabras, fue bastante más que pastor (con ser nobilÃsima esta profesión) y no un lusitano cualquiera. Cuando el historiador Apiano de AlejandrÃa, en su libro sobre Iberia -VI de su Historia Romana-, cita por primera vez a Viriato, dice: «Aniquiló a numerosos romanos y dio muestra de grandes hazañas».
En realidad, Viriato tuvo en jaque durante varios años a las legiones, les infligió media docena de derrotas humillantes, recorrió, revolvió y casi dominó las dos Hispanias, la ulterior y la Citerior, mató a miles de soldados romanos o aliados y murió de confianza, veneno anterior al de la traición. Puede decirse también que murió por pactar, pero eso no lo acredita como centrista póstumo. Hay sabios que lo consideran sólo un aspirante a reyezuelo cuya ambición tropezó con la implacable Roma, hecho que celebran.
Lo que seguramente ha cautivado la imaginación de las sucesivas generaciones de lectores más o menos celtÃberos es su soberbia aparición en los libros de Historia, digna de Don Juan en la HosterÃa del Laurel. Cuenta Diodoro de Sicilia que un hombre rico llamado Astipas concedió la mano de su hija a un tal Viriato y organizó el ya entonces forzoso banquete nupcial.
Pero el novio no apreció la vajilla de oro que en su honor se exponÃa, sino que, apoyado en su lanza, soltó un discurso sobre lo poco que valÃan las riquezas cuando otros -es decir, los romanos- decidÃan su destino, se negó a lavarse las manos, repartió a su escolta algo de comer, reclamó a la novia, la subió a la grupa de su caballo y partió sin despedirse hacia su guarida en las montañas. Reconózcase la plasticidad de la estampa. Pero su majeza incluÃa no poca crueldad. Años más tarde, cuando Astipas era voluntario rehén de los romanos, lo reclamó y le cortó el cuello. Es el protomártir de los suegros hispanos.
Viriato pudo nacer en la Sierra de la Estrella, al norte de la Lusitania, que se extendÃa por la mitad de lo que ahora es Portugal y las tierras limÃtrofes entre Zamora y Badajoz. Estrabón tenÃa a los lusitanos por la nación más poderosa entre las ibéricas, pero indudablemente no era la más próspera. El bandidismo endémico muestra una clara dependencia del pillaje como modo de mantenimiento, asà como escasez de tierras fértiles para una población que no se bastaba con el pastoreo y recurrÃa a la guerra para alimentarse. Los tributos que probablemente cobraban desde antiguo entre la población de los valles del Guadiana y Guadalquivir les llevaron al enfrentamiento con los romanos cuando éstos empezaron a repartir tierras de la Bética entre sus colonos, sobre todo tras la Segunda Guerra contra Cartago.
Dos caudillos destacaron contra las legiones de Roma: Púnico, que murió en combate, y Césaro, que dominó toda la costa bética, y proyectó lo que luego serÃa el salto lusitano más audaz aunque sin consecuenccias: el paso del Estrecho. Pero la época heroica y decisiva de la entrecortada historia lusitana llegó cuando el pretor Galba, cuya codicia y crueldad lo precedÃan, consiguió reunir a los lusitanos alzados, dividirlos en tres grupos para hacerles entrega de tierras, desarmarlos y luego degollar a muchos de ellos y vender al resto como esclavos. Entre los que escaparon de la degollina estaba Viriato, que tras hacerse elegir jefe inició una brillante carrera militar de ocho años. No eran pocos cuando el promedio de edad apenas llegaba entonces a los 30 años.
Cultivó Viriato tres cualidades básicas del guerrillero: el aprovechamiento sistemático del terreno para las emboscadas, la audacia para cambiar el escenario de los combates, gracias a la movilidad de sus tropas, y la capacidad de actuar muy lejos de sus bases de aprovisionamiento, lo cual suponÃa también mucha mano izquierda para lograr alianzas sobre la marcha y pactos de manutención sobre el terreno. La primera victoria de Viriato fue junto a la ciudad de TrÃbola, al sureste del Guadalquivir, donde fingió una retirada que terminó en copo y destrucción de las tropas de Vetilio. Era el año 147 antes de Cristo. Batió entonces la Carpetania, combatiendo incansablemente hacia el Norte y el Este hasta tomar Segóbriga, ciudad clave de lo que hoy es aproximadamente Cuenca. Se retiró entonces al Monte de Venus, cabe la inaccesible fragosidad de Gredos, y desde allà se convirtió en el terror de la Hispania Citerior tras haber dominado la ulterior. Plancio, Unimanio y Nigidio sucedieron a Vetilio en la lista de vÃctimas viriatenses.
Comienza entonces una lenta e implacable reconquista romana de los territorios perdidos. La liquidación de la guerra de Cartago permitió al Senado allegar más hombres y recursos para luchar contra los insoportables lusitanos, que exhibÃan además una gran capacidad diplomática con diversas tribus ibéricas como los vettones y otros feroces vecinos. El mérito suele atribuÃrsele a Viriato, aunque el enemigo común habÃa levado a las tribus peninsulares a una especie de confederación polÃtico-militar nada desdeñable.
Lo que no podÃa el guerrero del Monte de Venus era hacer milagros. En el año 144 a.d.C. los romanos recuperaron el control del valle del Guadalquivir. Algunos historiadores creen que Quinto Fabio Máximo derrotó a Viriato en Bailén, si era ése el lugar de Baecula. Otros lo sitúan en los Arapiles, asà que no salimos de la imprecisión evocadora de tantos combates peninsulares trascendentes, siempre en los mismos sitios.
Tras la derrota ante Fabio Máximo, el caudillo lusitano se refugió en Sierra Morena, faltarÃa más, y desde allà hizo frente a la gran expedición de Serviliano y unos 20.000 soldados. Viriato consiguió batir a las legiones en una sorda guerra de desgaste y mantener hasta el año 142 sus posiciones en torno a lo que hoy es Martos (Jaén), entonces llamado Tucci. Pero Serviliano y Fabio Máximo fueron privándole de sus bases de apoyo y en el 140 tuvo que retirarse a Lusitania. Consiguió rehacerse, que es el sino de todos los grandes generales antes de la derrota definitiva, y vengarse de Serviliano en el campo de batalla. Pero tras la victoria se avino a firmar la paz y ésa fue su ruina.
En una de las diversas treguas que acordaban sin convicción ambas partes desde el año 140 a.d.C., Viriato mató a su suegro, miembro de la clase dirigente lusitana que tal vez habÃa decidido ya el pacto con los romanos. Y finalmente, en el 139 a.d.C., pudo recibir la oferta de ser rey de una Lusitania independiente y aliada de Roma. O tal vez la propuesta fue suya y los romanos fingieron aceptarla; sobre eso no hay acuerdo.
El hecho es que tres de sus enviados, Ditalcón, Audax y Minuro, volvieron del campamento romano con más oro del que llevaban y se lo ganaron apuñalando a Viriato. Cuenta la leyenda que, muerto el héroe, los asesinos volvieron a por lo suyo y los romanos, avarientos, le respondieron: «Roma no paga traidores». La frase es notable pero apócrifa. Los lusitanos no se metÃan en magnicidios gratis.
Muerto Viriato, sus guerreros le rindieron homenaje cantando himnos, degollando animales y combatiendo por parejas sobre su tumba, fórmula del entierro de primera en aquellos siglos tremendos. Una vez quemado su cadáver en la pira ritual, aventadas sus cenizas y apagado el gran fuego nocturno, los lusitanos no encontraron -tal vez por no quererlo buscar- sucesor para Viriato y fueron entrando en la órbita romana.
AbrÃan asà el camino para la inmediata dominación de los celtÃberos de la meseta septentrional, clave estratégica de la penÃnsula y cuyo último foco de resistencia fue Numancia, que se rindió, en términos menos heroicos de los que cuenta la leyenda, apenas cinco años después de la muerte de Viriato. Por eso puede decirse que con él se extinguió la antigua Iberia y que Hispania, aunque algo chamuscada, entró definitivamente en la Historia. A golpes, sin duda. Pero entró, entró.Encuesta
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Viriato (180 a.C. a 139 a.C.) fue el principal cabecilla de la tribu lusitana que hizo frente a la expansión de Roma, en buena parte de las actuales Extremadura y Portugal al sur del rÃo Duero. Viriato condujo a los guerreros tribales a numerosas victorias sobre los romanos durante el periodo de 147 a 139 a.C., antes de ser traicionado y asesinado por algunos de sus propios hombres a mando de los romanos. En portugués y castellano es conocido como Viriato, mientras que los romanos le denominaban Viriathus, latinizando su nombre.
Viriato nunca olvidó la traición romana. Algún tiempo después, cuando los caudillos lusitanos se decantaban por hacer un nuevo pacto con los romanos tras provocar cuantiosas pérdidas en el ejército romano de Cayo Vetilio, Viriato les recordó el engaño de Galba y propuso una guerra lusitana contra los romanos. Los lusitanos acogieron la propuesta con gran entusiasmo.
Viriato organizó un ataque contra Cayo Vetilio en Trobila: puesto que los romanos estaban mejor armados, el caudillo lusitano organizó tácticas de guerrilla y preparó ingeniosas emboscadas; y, portando lanzas de hierro y tridentes, los lusitanos derrotaron a Vetilius. A esta lucha no tardarÃan en sucederle enfrentamientos contra las armadas de Cayo Plancio, Unimanus y Cayo Nigido. A partir del 147 a.C., numerosas tribus lusitanas comienzan a unirse al grupo de guerreros de Viriato, quien dirige con éxito un buen número de expediciones bélicas.
Para terminar la pacificación y humillación de Lusitania, Roma envió en el 145 a.C. a Fabio Emiliano al mando de una tropa de 15.000 soldados de infanterÃa y 2.000 jinetes a caballo para reforzar el ejército de Cayo Lelio, logrando reducir el área de movimiento de los indÃgenas; si bien los romanos perdieron la mayor parte de los refuerzos en Ossuma. Cuando Emiliano se lanzó al combate de nuevo, sufrió una aplastante derrota cerca de la actual ciudad de Beja (en Alentejo, Portugal). Esta victoria por parte de los lusitanos les concedió acceso al actual territorio español que comprende la provincia de Granada y la comunidad autónoma de Murcia.
Tras aprender de estos acontecimientos (140 a.C.), Roma envió a Iberia a uno de sus mejores generales, Serviliano Cepión, gobernador de la Ulterior. Cerca de Sierra Morena, los romanos cayeron en una emboscada que los lusitanos les tendieron. Sin embargo Viriato permitió que el general y los soldados bajo su mando se marchasen a cambio de un tratado de paz con Roma. Serviliano declaró entonces a Viriato «amigo de Roma», reconociendo al cabecilla lusitano dirigente de las tierras bajo su mando.
[editar] Asesinato de Viriato
El senado romano rechazó el pacto hecho por Serviliano con el pueblo lusitano. Por otra parte, los romanos cambiaron su modo de actuar: sabiendo que la fuerza de la resistencia lusitana se debÃa en gran parte al liderazgo de Viriato, en torno al 139 a.C., Marco Pompilio Lenas sobornó a Ãudax, Ditalco y Minurus, tres lusitanos enviados por Viriato como emisarios con el propósito de llegar a un acuerdo de paz. Una vez de vuelta en su campamento, sus comandantes asesinaron a Viriato y rendirse a Roma y asà conseguir beneficios, y por la noche lo mataron.
Cuando los traidores regresaron al campamento romano reclamando la recompensa prometida por Marco Pompilio, el cónsul Escipión ordenó que los ejecutaran, declarando que «Roma no paga a los traidores». Los motivos de la traición se desconocen, si bien parece que guardan relación con los problemas socio-económicos por que atravesaba Lusitania bajo la presión romana.
Con la muerte de Viriato también murió la resistencia lusitana, pero al tiempo nació su mito. Aunque la muerte del héroe no equivaldrÃa al cese inmediato de las guerras lusitanas, la resistencia que opondrÃan las tribus no durarÃa mucho más. De este modo, las legiones romanas pudieron centrarse en la Citerior, siendo en esta región cuatro los años que Numancia llevaba plantando cara al invasor.
Al cabo, bajo el dominio romano, Lusitania y sus gentes fueron paulatinamente adquiriendo la cultura y el idioma latinos. Varios siglos después, tras la caÃda del Imperio Romano, la zona occidental de Lusitania darÃa lugar a la formación del reino de Portugal, mientras que la oriental darÃa lugar a Extremadura, tras caer el reino taifa de Badajoz.
El pintor del Neoclasicismo José de Madrazo (1781-1859) dedicó un famoso cuadro histórico a la muerte de Viriato.