quien me dice el nombre de un cuento donde la moraleja tenga que ver con los valores.... quien me dice el nombre o me copia el cuento aca le doy 10 puntos
Que feliz era la cigarra en verano! El sol brillaba, las flores desprendían su aroma embriagador y la cigarra cantaba y cantaba. El futuro no le preocupaba lo más minimo: el cielo era tan azul sobre su cabeza y sus canciones tan alegres... Pero el verano no es eterno.
Una triste mañana, la señora cigarra fue despertada por un frio intenso; las hojas de los árboles se habían puesto amarillas, una lluvia helada caía del cielo gris y la bruma le entumecía las patas.
¿Que vá a ser de mí? Este invierno cruel durará mucho tiempo y moriré de hambre y frio, se decía.
¿Por que no pedirle ayuda a mi vecina la hormiga?.
Y luego pensó:
¿Acaso tuve tiempo durante el verano de almacenar provisiones y construirme un refugio? Claro que no, tenía que cantar. Pero mi canto no me alimentará.
Y con el corazón latiéndole a toda velocidad, llamó a la puerta de la hormiga.
¿Que quieres? preguntó ésta cuando vio a la cigarra ante su puerta.
El Campo estaba cubierto por un espeso manto de nieve y la cigarra comtemplaba con envidia el confortable hogar de su vecina; sacudiendo con dolor la nieve que helaba su pobre cuerpo, dijo lastimosamente:
Tengo hambre y estoy aterida de frío.
La hormiga respondió maliciosamente:
¿Que me cuentas? ¿Que hacias durante el verano cuando se encuentran alimentos por todas partes y es posible construir una casa?
Cantaba y cantaba todo el día, respondió la cigarra.
¿Y qué? interrogó la hormiga.
Pues ... nada, murmuró la cigarra.
¿Cantabas? Pues, ¿por que no bailas ahora?
Y con esta dura respuesta, la hormiga cerró la puerta, negando a la desdichada cigarra su refugio de calor y bienestar.
El final habla de ignorar los defectos y ver las virtudes...no se si sera lo que buscas, pero mi profesora de Formacion Etica nos lo mostro cuando hablo de valores.
Cuentan que en la carpinterÃa hubo una vez una extraña asamblea. Fue una reunión de herramientas para arreglar sus diferencias.
El martillo ejerció la presidencia, pero la asamblea le notificó que tenÃa que renunciar.¿La causa? ¡HacÃa demasiado ruido! Y además, se pasaba el tiempo golpeando.
Y la lija estuvo de acuerdo, a condición de que fuera expulsado el metro que siempre se la pasaba midiendo a los demás según su medida, como si fuera el único perfecto.
En eso entró el carpintero, se puso el delantal e inició su trabajo. Utilizó el martillo, la lija, el metro y el tornillo. Finalmente, la tosca madera inicial se convirtió en un bello mueble.
Cuando la carpinterÃa quedó nuevamente sola, la asamblea reanudó la deliberación. Fue entonces cuando tomó la palabra el serrucho y dijo:
La asamblea encontró, entonces, que el martillo era fuerte, el tornillo unÃa y daba fuerza, la lija era especial para afinar y limar asperezas y observaron que el metro era preciso y exacto.
Se sintieron entonces un equipo capaz de producir muebles de calidad. Se sintieron orgullosos de sus fortalezas y de trabajar juntos.
Un dÃa, el viejo propietario murió y se hizo cargo del prostÃbulo un joven con inquietudes, creativo y emprendedor. El joven decidió modernizar el negocio.
¡Ah! ¡Cuánto lo siento! Como usted comprenderá, yo no puedo pagar a otra persona para que haga esto y tampoco puedo esperar hasta que usted aprenda a escribir, por lo tanto...
Mire, yo comprendo, pero no puedo hacer nada por usted. Lógicamente le vamos a dar una indemnización, esto es, una cantidad de dinero para que tenga hasta que encuentre otra cosa. Asà que, lo siento. Que tenga suerte.
Buscó por toda la casa las herramientas que necesitaba, sólo tenÃa unos clavos oxidados y una tenaza mellada.
TenÃa que comprar una caja de herramientas completa.
Para eso usarÃa una parte del dinero recibido.
En la esquina de su casa se enteró de que en su pueblo no habÃa una ferreterÃa, y que debÃa viajar dos dÃas en mula para ir al pueblo más cercano a realizar la compra.
A su regreso, traÃa una hermosa y completa caja de herramientas. No habÃa terminado de quitarse las botas cuando llamaron a la puerta de su casa. Era su vecino.
Vengo a preguntarle si no tiene un martillo para prestarme.
Mire, sÃ, lo acabo de comprar pero lo necesito para trabajar... como
Realmente, esto le daba un trabajo por cuatro dÃas...
Aceptó. Volvió a montar su mula.
Al regreso, otro vecino lo esperaba en la puerta de su casa.
Hola, vecino. ¿Usted le vendió un martillo a nuestro amigo?
SÃ...
Yo necesito unas herramientas, estoy dispuesto a pagarle sus cuatros dÃas de viaje, y una pequeña ganancia por cada herramienta. Usted sabe, no todos podemos disponer de cuatro dÃas para nuestras compras.
El ex - portero abrió su caja de herramientas y su vecino eligió una pinza, un destornillador, un martillo y un cincel. Le pagó y se fue.
En el siguiente viaje decidió que arriesgarÃa un poco del dinero de la indemnización, trayendo más herramientas que las que habÃa vendido. De paso, podrÃa ahorrar algún tiempo de viajes.
La voz empezó a correrse por el barrio y muchos quisieron evitarse el viaje.
Una vez por semana, el ahora corredor de herramientas viajaba y compraba lo que necesitaban sus clientes.
Pronto entendió que si pudiera encontrar un lugar donde almacenar las herramientas, podrÃa ahorrar más viajes y ganar más dinero. Alquiló un galpón.
Todos estaban contentos y compraban en su negocio. Ya no viajaba, de la ferreterÃa del pueblo vecino le enviaban sus pedidos. Ãl era un buen cliente.
Con el tiempo, todos los compradores de pueblos pequeños más lejanos preferÃan comprar en su ferreterÃa y ganar dos dÃas de marcha.
Para no hacer muy largo el cuento, sucedió que en diez años aquel hombre se transformó con honestidad y trabajo en un millonario fabricante de herramientas. El empresario más poderoso de la región.
El intendente y el alcalde organizaron una gran fiesta de inauguración de la escuela y una importante cena de agasajo para su fundador. A los postres, el alcalde le entregó las llaves de la ciudad y el intendente lo abrazó y le dijo:
Es con gran orgullo y gratitud que le pedimos nos conceda el honor de poner su firma en la primer hoja del libro de actas de la nueva escuela.
En afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenÃa instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro, asà que rechazó la oferta.
- Maestro -dijo- lo siento, no es posible conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera conseguir 2 ó 3 monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.
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Que feliz era la cigarra en verano! El sol brillaba, las flores desprendían su aroma embriagador y la cigarra cantaba y cantaba. El futuro no le preocupaba lo más minimo: el cielo era tan azul sobre su cabeza y sus canciones tan alegres... Pero el verano no es eterno.
Una triste mañana, la señora cigarra fue despertada por un frio intenso; las hojas de los árboles se habían puesto amarillas, una lluvia helada caía del cielo gris y la bruma le entumecía las patas.
¿Que vá a ser de mí? Este invierno cruel durará mucho tiempo y moriré de hambre y frio, se decía.
¿Por que no pedirle ayuda a mi vecina la hormiga?.
Y luego pensó:
¿Acaso tuve tiempo durante el verano de almacenar provisiones y construirme un refugio? Claro que no, tenía que cantar. Pero mi canto no me alimentará.
Y con el corazón latiéndole a toda velocidad, llamó a la puerta de la hormiga.
¿Que quieres? preguntó ésta cuando vio a la cigarra ante su puerta.
El Campo estaba cubierto por un espeso manto de nieve y la cigarra comtemplaba con envidia el confortable hogar de su vecina; sacudiendo con dolor la nieve que helaba su pobre cuerpo, dijo lastimosamente:
Tengo hambre y estoy aterida de frío.
La hormiga respondió maliciosamente:
¿Que me cuentas? ¿Que hacias durante el verano cuando se encuentran alimentos por todas partes y es posible construir una casa?
Cantaba y cantaba todo el día, respondió la cigarra.
¿Y qué? interrogó la hormiga.
Pues ... nada, murmuró la cigarra.
¿Cantabas? Pues, ¿por que no bailas ahora?
Y con esta dura respuesta, la hormiga cerró la puerta, negando a la desdichada cigarra su refugio de calor y bienestar.
MORALEJA SOBRE EL VALOR DEL TRABAJO
ASAMBLEA EN LA CARPINTERÃA.
El final habla de ignorar los defectos y ver las virtudes...no se si sera lo que buscas, pero mi profesora de Formacion Etica nos lo mostro cuando hablo de valores.
Cuentan que en la carpinterÃa hubo una vez una extraña asamblea. Fue una reunión de herramientas para arreglar sus diferencias.
El martillo ejerció la presidencia, pero la asamblea le notificó que tenÃa que renunciar.¿La causa? ¡HacÃa demasiado ruido! Y además, se pasaba el tiempo golpeando.
El martillo aceptó su culpa, pero pidió que también fuera expulsado el tornillo; dijo que habÃa que darle muchas vueltas para que sirviera de algo.
Ante el ataque, el tornillo aceptó también, pero a su vez pidió la expulsión de la lija. Hizo ver que era muy áspera en su trato y siempre tenÃa fricciones con los demás.
Y la lija estuvo de acuerdo, a condición de que fuera expulsado el metro que siempre se la pasaba midiendo a los demás según su medida, como si fuera el único perfecto.
En eso entró el carpintero, se puso el delantal e inició su trabajo. Utilizó el martillo, la lija, el metro y el tornillo. Finalmente, la tosca madera inicial se convirtió en un bello mueble.
Cuando la carpinterÃa quedó nuevamente sola, la asamblea reanudó la deliberación. Fue entonces cuando tomó la palabra el serrucho y dijo:
"Señores, ha quedado demostrado que tenemos defectos, pero el carpintero trabaja con lo mejor de nuestras cualidades. Eso es lo que nos hace valiosos. Asà que no pensemos ya en nuestros puntos malos y concentrémonos en la utilidad de nuestros puntos buenos."
La asamblea encontró, entonces, que el martillo era fuerte, el tornillo unÃa y daba fuerza, la lija era especial para afinar y limar asperezas y observaron que el metro era preciso y exacto.
Se sintieron entonces un equipo capaz de producir muebles de calidad. Se sintieron orgullosos de sus fortalezas y de trabajar juntos.
Como no explicas bien que valores, te copio de los que me gustan.
EL PORTERO DEL PROSTIBULO
No habÃa en el pueblo un oficio peor conceptuado y peor pago que el de portero del prostÃbulo. Pero ¿qué otra cosa podrÃa hacer aquel hombre?
De hecho, nunca habÃa aprendido a leer ni a escribir, no tenÃa ninguna otra actividad ni oficio. En realidad, era su puesto porque sus padres habÃa sido portero de ese prostÃbulo y también antes, el padre de su padre.
Durante décadas, el prostÃbulo se pasaba de padres a hijos y la porterÃa se pasaba de padres a hijos.
Un dÃa, el viejo propietario murió y se hizo cargo del prostÃbulo un joven con inquietudes, creativo y emprendedor. El joven decidió modernizar el negocio.
Modificó las habitaciones y después citó al personal para darle nuevas instrucciones.
Al portero, le dijo: A partir de hoy usted, además de estar en la puerta, me va a preparar una planilla semanal. Allà anotará usted la cantidad de parejas que entran dÃa por dÃa. A una de cada cinco, le preguntará cómo fueron atendidas y qué corregirÃan del lugar. Y una vez por semana, me presentará esa planilla con los comentarios que usted crea convenientes.
El hombre tembló, nunca le habÃa faltado disposición al trabajo pero.....
Me encantarÃa satisfacerlo, señor - balbuceó - pero yo... yo no sé leer ni escribir.
¡Ah! ¡Cuánto lo siento! Como usted comprenderá, yo no puedo pagar a otra persona para que haga esto y tampoco puedo esperar hasta que usted aprenda a escribir, por lo tanto...
Pero señor, usted no me puede despedir, yo trabajé en esto toda mi vida, también mi padre y mi abuelo...
No lo dejó terminar.
Mire, yo comprendo, pero no puedo hacer nada por usted. Lógicamente le vamos a dar una indemnización, esto es, una cantidad de dinero para que tenga hasta que encuentre otra cosa. Asà que, lo siento. Que tenga suerte.
Y sin más, se dio vuelta y se fue.
El hombre sintió que el mundo se derrumbaba. Nunca habÃa pensado que podrÃa llegar a encontrarse en esa situación. Llegó a sà casa, por primera vez desocupado. ¿Qué hacer?
Recordó que a veces en el prostÃbulo, cuando se rompÃa una cama o se arruinaba una pata de un ropero, él, con un martillo y clavos se las ingeniaba para hacer un arreglo sencillo y provisorio. Pensó que esta podrÃa ser una ocupación transitoria hasta que alguien le ofreciera un empleo.
Buscó por toda la casa las herramientas que necesitaba, sólo tenÃa unos clavos oxidados y una tenaza mellada.
TenÃa que comprar una caja de herramientas completa.
Para eso usarÃa una parte del dinero recibido.
En la esquina de su casa se enteró de que en su pueblo no habÃa una ferreterÃa, y que debÃa viajar dos dÃas en mula para ir al pueblo más cercano a realizar la compra.
¿Qué más da? Pensó, y emprendió la marcha.
A su regreso, traÃa una hermosa y completa caja de herramientas. No habÃa terminado de quitarse las botas cuando llamaron a la puerta de su casa. Era su vecino.
Vengo a preguntarle si no tiene un martillo para prestarme.
Mire, sÃ, lo acabo de comprar pero lo necesito para trabajar... como
me quedé sin empleo...
Bueno, pero yo se lo devolverÃa mañana bien temprano.
Está bien.
A la mañana siguiente, como habÃa prometido, el vecino tocó la puerta. Mire, yo todavÃa necesito el martillo. ¿Por qué no me lo vende?
No, yo lo necesito para trabajar y además, la ferreterÃa está a dos dÃas de mula.
Hagamos un trato - dijo el vecino- Yo le pagaré a usted los dos dÃas de ida y los dos de vuelta, más el precio del martillo, total usted está sin trabajar. ¿Qué le parece?.
Realmente, esto le daba un trabajo por cuatro dÃas...
Aceptó. Volvió a montar su mula.
Al regreso, otro vecino lo esperaba en la puerta de su casa.
Hola, vecino. ¿Usted le vendió un martillo a nuestro amigo?
SÃ...
Yo necesito unas herramientas, estoy dispuesto a pagarle sus cuatros dÃas de viaje, y una pequeña ganancia por cada herramienta. Usted sabe, no todos podemos disponer de cuatro dÃas para nuestras compras.
El ex - portero abrió su caja de herramientas y su vecino eligió una pinza, un destornillador, un martillo y un cincel. Le pagó y se fue.
"...No todos disponemos de cuatro dÃas para compras", recordaba. Si esto era cierto, mucha gente podrÃa necesitar que él viajara a traer herramientas.
En el siguiente viaje decidió que arriesgarÃa un poco del dinero de la indemnización, trayendo más herramientas que las que habÃa vendido. De paso, podrÃa ahorrar algún tiempo de viajes.
La voz empezó a correrse por el barrio y muchos quisieron evitarse el viaje.
Una vez por semana, el ahora corredor de herramientas viajaba y compraba lo que necesitaban sus clientes.
Pronto entendió que si pudiera encontrar un lugar donde almacenar las herramientas, podrÃa ahorrar más viajes y ganar más dinero. Alquiló un galpón.
Luego le hizo una entrada más cómoda y algunas semanas después con una vidriera, el galpón se transformó en la primer ferreterÃa del pueblo.
Todos estaban contentos y compraban en su negocio. Ya no viajaba, de la ferreterÃa del pueblo vecino le enviaban sus pedidos. Ãl era un buen cliente.
Con el tiempo, todos los compradores de pueblos pequeños más lejanos preferÃan comprar en su ferreterÃa y ganar dos dÃas de marcha.
Un dÃa se le ocurrió que su amigo, el tornero, podrÃa fabricar para él las cabezas de los martillos.
Y luego, ¿por qué no? Las tenazas... y las pinzas... y los cinceles. Y luego fueron los clavos y los tornillos.....
Para no hacer muy largo el cuento, sucedió que en diez años aquel hombre se transformó con honestidad y trabajo en un millonario fabricante de herramientas. El empresario más poderoso de la región.
Tan poderoso era, que un año para la fecha de comienzo de las clases, decidió donar a su pueblo una escuela. Allà se enseñarÃa además de lectoescritura, las artes y loas oficios más prácticos de la época.
El intendente y el alcalde organizaron una gran fiesta de inauguración de la escuela y una importante cena de agasajo para su fundador. A los postres, el alcalde le entregó las llaves de la ciudad y el intendente lo abrazó y le dijo:
Es con gran orgullo y gratitud que le pedimos nos conceda el honor de poner su firma en la primer hoja del libro de actas de la nueva escuela.
El honor serÃa para mà - dijo el hombre -. Creo que nada me gustarÃa más que firmar allÃ, pero yo no sé leer ni escribir. Yo soy analfabeto.
¿Usted? - dijo el intendente, que no alcanzaba a creerlo - ¿Usted no sabe leer ni escribir? ¿Usted construyó un imperio industrial sin saber leer ni escribir? Estoy asombrado. Me pregunto, ¿qué hubiera hecho si hubiera sabido leer y escribir?
Yo se lo puedo contestar - respondió el hombre con calma -. Si yo hubiera sabido leer y escribir... serÃa portero del prostÃbulo!.
No sé si es exactamente lo que estás buscando pero está bueno:
EL VERDADERO VALOR DEL ANILLO
Un joven concurrió a un sabio en busca de ayuda.
- Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar maestro?. ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?
El maestro, sin mirarlo, le dijo:
- ¡Cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mis propios problemas. Quizás después... Si quisieras ayudarme tú a mÃ, yo podrÃa resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.
- E... encantado, maestro -titubeó el joven pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus necesidades postergadas-.
- Bien -asintió el maestro-. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño de la mano izquierda y dándoselo al muchacho agregó: Toma el caballo que está allà afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo para pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Vete y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.
El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés hasta que el joven decÃa lo que pretendÃa por el anillo. Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reÃan, otros le daban vuelta la cara y sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo.
En afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenÃa instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro, asà que rechazó la oferta.
Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el mercado -más de cien personas- y abatido por su fracaso, montó su caballo y regresó.
¡Cuánto hubiese deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro! PodrÃa habérsela entregado al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y su ayuda.
- Maestro -dijo- lo siento, no es posible conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera conseguir 2 ó 3 monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.
- ¡Qué importante lo que dijiste, joven amigo! -contestó sonriente el maestro-. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él para saberlo?. Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuánto da por él. Pero no importa lo que ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquà con mi anillo.
El joven volvió a cabalgar. El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo:
- Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más que 58 monedas de oro por su anillo.
- ¿¿¿¿58 monedas???? -exclamó el joven-.
- SÃ, -replicó el joyero-. Yo sé que con tiempo podrÃamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé... Si la venta es urgente...
El joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.
- Siéntate -dijo el maestro después de escucharlo-. Tú eres como este anillo: una joya única y valiosa. Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?
Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño de su mano izquierda
Busca las fábulas de Esopo o de Rafael Pombo son buenÃsimas y dejan muchas enseñanzas.
ESOPO La rana y el Lobo
El cabrito y el lobo. muy buena de fabulas de esopo.
k valores, humanos??
¿Con qué valores?
Haz el favor de preguntar correctamente.