Así titula la primera parte del libro, allí pinta de cuerpo y alma a cada uno de los protagonistas de los hechos en unas pocas páginas. Y va deslizando los datos que, sobre estas personas, pudo obtener de su investigación, matizando con algunas presunciones o dudas sobre otros que no consiguió. Todos personajes de carne y hueso, reales, cercanos, como cualquiera de nosotros. Todos van hacia un destino trágico. Por ejemplo, cuando Carranza pasa a buscar a Garibotti:
Eran tiempos distintos a los actuales, la gente se juntaba, no importaba mucho el motivo. Alguno tenía una casa con espacio, parrilla, ganas de charlar, entonces invita a amigos, vecinos que apenas conoce, viene también el amigo del amigo, el amigo del vecino. Se escucha la radio, se juega a las cartas o a los dados, si hay guitarra y alguno que mueva un poco los dedos, se canta algo, folklore. Y no siempre, pero a veces, se habla de política.
Juan Carlos Torres es el anfitrión de la casa del fondo, aquella a la que llegará la policía en breve. Torres estaba involucrado en la conspiración, su amigo Gavino también, pero el resto…
Los hechos
La segunda parte es la más fuerte y vertiginosa. La policía hace su ingreso y las cosas se precipitan. La suerte está echada. Muy lejos de allí, el alzamiento de los generales Valle y Tanco ya es un hecho. En Campo de Mayo y Avellaneda, los intentos son rápidamente sofocados y seis de los rebeldes son sumariados y fusilados. En La Plata la cosa se pondría mucho más peluda, con un saldo de cien mil tiros, seis muertos y una veintena de heridos. Prácticamente la totalidad del país duerme como si nada y se enterará de lo ocurrido recién al día siguiente
Los integrantes de la reunión en la casa de Torres, más los vecinos de la casa de adelante y tres infortunados transeúntes, son trasladados en un colectivo de la línea 19 requisado para tal fin. Luego de pasada la media noche, se promulga la ley marcial:
Poco después se suman dos detenidos más: Troxler y Benavídez llaman a la puerta de la casa de Torres, para sumarse a la reunión o tal vez a buscar a un amigo. Julio Troxler conoce al sargento que se encuentra en la casa y al comisario de la seccional a la que los trasladan, quien le dice:
Los detenidos pasan horas dentro de la comisaría, lógicamente nerviosos por la situación, unos más y otros menos. Pero nadie prevé el trágico final. Son interrogados individualmente, les preguntan por la revolución, la mayoría no tiene idea y responde en consecuencia. Vuelven a esperar, tienen frío, tienen sueño. Empiezan a llamarlos de nuevo, les sacan las pertenencias a cambio de un recibo (prueba fundamental de la investigación). Presumen, con razón, que no van a soltarlos esa noche.
La Evidencia
En la tercera, y última, parte del libro, Walsh da cuenta de la evidencia con la que sostiene la tesis de “Masacre” y “Asesinato”: “(…) que se detuvo a un grupo de hombres antes de entrar en vigencia la ley marcial; que no se les instruyó proceso; no se averiguó quiénes eran; no se les dictó sentencia; y se los masacró en un descampado.” (p. 155).
Todo un proceso judicial (Caso Livraga) que llega hasta la Corte Suprema prueba la hipocresía, la arbitrariedad y la injusticia que sufren los inocentes de la masacre. Y es la base fundamental con que Walsh se mete con lo jurídico desde lo literario, desmenuza cada una de las partes del injusto fallo y lo destroza con altura y contundencia.
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Resumen de cada capitulo (SON 4):
Las Personas:
Así titula la primera parte del libro, allí pinta de cuerpo y alma a cada uno de los protagonistas de los hechos en unas pocas páginas. Y va deslizando los datos que, sobre estas personas, pudo obtener de su investigación, matizando con algunas presunciones o dudas sobre otros que no consiguió. Todos personajes de carne y hueso, reales, cercanos, como cualquiera de nosotros. Todos van hacia un destino trágico. Por ejemplo, cuando Carranza pasa a buscar a Garibotti:
Eran tiempos distintos a los actuales, la gente se juntaba, no importaba mucho el motivo. Alguno tenía una casa con espacio, parrilla, ganas de charlar, entonces invita a amigos, vecinos que apenas conoce, viene también el amigo del amigo, el amigo del vecino. Se escucha la radio, se juega a las cartas o a los dados, si hay guitarra y alguno que mueva un poco los dedos, se canta algo, folklore. Y no siempre, pero a veces, se habla de política.
Juan Carlos Torres es el anfitrión de la casa del fondo, aquella a la que llegará la policía en breve. Torres estaba involucrado en la conspiración, su amigo Gavino también, pero el resto…
Los hechos
La segunda parte es la más fuerte y vertiginosa. La policía hace su ingreso y las cosas se precipitan. La suerte está echada. Muy lejos de allí, el alzamiento de los generales Valle y Tanco ya es un hecho. En Campo de Mayo y Avellaneda, los intentos son rápidamente sofocados y seis de los rebeldes son sumariados y fusilados. En La Plata la cosa se pondría mucho más peluda, con un saldo de cien mil tiros, seis muertos y una veintena de heridos. Prácticamente la totalidad del país duerme como si nada y se enterará de lo ocurrido recién al día siguiente
Los integrantes de la reunión en la casa de Torres, más los vecinos de la casa de adelante y tres infortunados transeúntes, son trasladados en un colectivo de la línea 19 requisado para tal fin. Luego de pasada la media noche, se promulga la ley marcial:
Poco después se suman dos detenidos más: Troxler y Benavídez llaman a la puerta de la casa de Torres, para sumarse a la reunión o tal vez a buscar a un amigo. Julio Troxler conoce al sargento que se encuentra en la casa y al comisario de la seccional a la que los trasladan, quien le dice:
Los detenidos pasan horas dentro de la comisaría, lógicamente nerviosos por la situación, unos más y otros menos. Pero nadie prevé el trágico final. Son interrogados individualmente, les preguntan por la revolución, la mayoría no tiene idea y responde en consecuencia. Vuelven a esperar, tienen frío, tienen sueño. Empiezan a llamarlos de nuevo, les sacan las pertenencias a cambio de un recibo (prueba fundamental de la investigación). Presumen, con razón, que no van a soltarlos esa noche.
La Evidencia
En la tercera, y última, parte del libro, Walsh da cuenta de la evidencia con la que sostiene la tesis de “Masacre” y “Asesinato”: “(…) que se detuvo a un grupo de hombres antes de entrar en vigencia la ley marcial; que no se les instruyó proceso; no se averiguó quiénes eran; no se les dictó sentencia; y se los masacró en un descampado.” (p. 155).
Todo un proceso judicial (Caso Livraga) que llega hasta la Corte Suprema prueba la hipocresía, la arbitrariedad y la injusticia que sufren los inocentes de la masacre. Y es la base fundamental con que Walsh se mete con lo jurídico desde lo literario, desmenuza cada una de las partes del injusto fallo y lo destroza con altura y contundencia.