¿texto de 20 lineas donde se utilicen signos de puntuación como . ; : y . y seguido?
puede ser cualquier texto que sea corto mas o menos 20 lineas y que utilice toda clase de puntos y signos de puntuación , urgente por fa 5 estrellas :D
Fermina Daza y Florentino Ariza, lo habían oído todo desde la mesa, pero al capitán no parecía importarle. Siguió, comiendo en silencio, y el mal humor se le veía, hasta en la manera en que violó las leyes de urbanidad que sustentaban la reputación legendaria de los capitanes del río. Reventó con la punta del cuchillo, los cuatro huevos fritos, y, los rebañó en el plato con patacones de plátano verde que se metía enteros en la boca, y masticaba con un deleite salvaje. Fermina Daza y Florentino Ariza lo miraban sin hablar esperando la lectura de las calificaciones finales en un banco de la escuela. No se habían cruzado, una palabra, mientras duró el diálogo con la patrulla sanitaria, ni tenían la menor idea de qué iba a ser de sus vidas; pero ambos sabían que el capitán estaba pensando por ellos: se le veía en el latido de las sienes.
Mientras él despachaba la ración de huevos, la bandeja de patacones, la jarra de café con leche, el buque salió de la bahía con las calderas sosegadas se abrió paso en los caños a través de las colchas de tarulla lotos fluviales de flores, moradas y grandes hojas, en forma de corazón y volvió a las ciénagas El agua era tornasolada por el mundo de peces que flotaban de costado muertos por la dinamita de los pescadores furtivos; y los pájaros de la tierra y del agua volaban en círculos sobre ellos con chillidos metálicos.
El viento del Caribe se metió por las ventanas con la bullaranga de los pájaros, y Fermina Daza sintió en la sangre los latidos desordenados de su libre albedrío. A la derecha turbio y parsimonioso el estuario del río Grande de la Magdalena se explayaba hasta el otro lado del mundo.
Cuando ya no quedó nada que comer en los platos el capitán se limpió los labios con la esquina del mantel, y habló en una jerga procaz, que acabó de una vez con el prestigio del buen decir de los capitanes del río. Pues, no habló por ellos ni para nadie, sino tratando de ponerse de acuerdo con su propia rabia. Su conclusión al cabo de una ristra de improperios bárbaros, fue que no encontraba cómo salir del embrollo en que se había metido con la bandera del cólera
Florentino Ariza lo escuchó sin pestañear. Luego miró por las ventanas el círculo completo del cuadrante de la rosa náutica el horizonte nítido, el cielo de diciembre sin una sola nube las aguas navegables hasta siempre, y dijo:
-Sigamos derecho derecho derecho otra vez hasta La Dorada.
Fermina Daza se estremeció porque reconoció la antigua voz iluminada por la gracia del Espíritu Santo y miró al capitán: él era el destino. Pero el capitán no la vio porque estaba anonadado por el tremendo poder de inspiración de Florentino Ariza
-¿Lo dice en serio? -le preguntó
-Desde que nací -dijo Florentino Ariza-, no he dicho una sola cosa que no sea en serio
El capitán miró a Fermina Daza y vio en sus pestañas los primeros destellos de una escarcha invernal. Luego miró a Florentino Ariza, su dominio invencible su amor impávido, y lo asustó la sospecha tardía de que es la vida más que la muerte la que no tiene límites
Answers & Comments
Verified answer
Hola, creo que ésto te puede servir:
Fermina Daza y Florentino Ariza, lo habían oído todo desde la mesa, pero al capitán no parecía importarle. Siguió, comiendo en silencio, y el mal humor se le veía, hasta en la manera en que violó las leyes de urbanidad que sustentaban la reputación legendaria de los capitanes del río. Reventó con la punta del cuchillo, los cuatro huevos fritos, y, los rebañó en el plato con patacones de plátano verde que se metía enteros en la boca, y masticaba con un deleite salvaje. Fermina Daza y Florentino Ariza lo miraban sin hablar esperando la lectura de las calificaciones finales en un banco de la escuela. No se habían cruzado, una palabra, mientras duró el diálogo con la patrulla sanitaria, ni tenían la menor idea de qué iba a ser de sus vidas; pero ambos sabían que el capitán estaba pensando por ellos: se le veía en el latido de las sienes.
Mientras él despachaba la ración de huevos, la bandeja de patacones, la jarra de café con leche, el buque salió de la bahía con las calderas sosegadas se abrió paso en los caños a través de las colchas de tarulla lotos fluviales de flores, moradas y grandes hojas, en forma de corazón y volvió a las ciénagas El agua era tornasolada por el mundo de peces que flotaban de costado muertos por la dinamita de los pescadores furtivos; y los pájaros de la tierra y del agua volaban en círculos sobre ellos con chillidos metálicos.
El viento del Caribe se metió por las ventanas con la bullaranga de los pájaros, y Fermina Daza sintió en la sangre los latidos desordenados de su libre albedrío. A la derecha turbio y parsimonioso el estuario del río Grande de la Magdalena se explayaba hasta el otro lado del mundo.
Cuando ya no quedó nada que comer en los platos el capitán se limpió los labios con la esquina del mantel, y habló en una jerga procaz, que acabó de una vez con el prestigio del buen decir de los capitanes del río. Pues, no habló por ellos ni para nadie, sino tratando de ponerse de acuerdo con su propia rabia. Su conclusión al cabo de una ristra de improperios bárbaros, fue que no encontraba cómo salir del embrollo en que se había metido con la bandera del cólera
Florentino Ariza lo escuchó sin pestañear. Luego miró por las ventanas el círculo completo del cuadrante de la rosa náutica el horizonte nítido, el cielo de diciembre sin una sola nube las aguas navegables hasta siempre, y dijo:
-Sigamos derecho derecho derecho otra vez hasta La Dorada.
Fermina Daza se estremeció porque reconoció la antigua voz iluminada por la gracia del Espíritu Santo y miró al capitán: él era el destino. Pero el capitán no la vio porque estaba anonadado por el tremendo poder de inspiración de Florentino Ariza
-¿Lo dice en serio? -le preguntó
-Desde que nací -dijo Florentino Ariza-, no he dicho una sola cosa que no sea en serio
El capitán miró a Fermina Daza y vio en sus pestañas los primeros destellos de una escarcha invernal. Luego miró a Florentino Ariza, su dominio invencible su amor impávido, y lo asustó la sospecha tardía de que es la vida más que la muerte la que no tiene límites