Se habrá usado el fruto del calafate para impermeabilizar los buques en época de la irrupción de los españoles?
Actualización:En realidad lo que quiero saber es si el término "calafatear" proviene de la época de la conquista española cuando supuestamente usaban el fruto del calafate para impermeabilizar sus barcos. ¿Es desde entonces que se emplea el término "calafatear"?
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Calafatear:
Rellenar de estopa las juntas de las tablas de los fondos, costados y cubiertas, y cubrirlas después con una capa de brea para evitar que les entre agua.
El término Calafate puede referirse a:
Tres especies de arbustos espinosos del género Berberis originarias de Sudamérica, también llamadas Michay:
* Berberis microphylla, una especie con frutos comestibles, frecuente en la Patagonia argentina y chilena;
* B. mongestiflora, endémico del sur de Chile.
* B. darwinii, una especie ornamental frecuente en Argentina y Chile.
Los mitos de Calafate, una historia tehuelche y otra selknam (ona) del origen de la planta de B. microphylla.
Diccionario: Calafatear: Tapar con estopa y brea las juntas de un barco.
OTRA VERSION:
El arte y la ciencia de "calafatear"
El vocablo "Calafate" designa a un paraje de la Patagonia, en la República Argentina, donde buscan refugio el Presidente y su entorno cuando deben enfrentar escándalos o crisis que podrían restarles votos en futuras elecciones.
El Diccionario de la Real Academia define al calafateado como “el arte de calafatear”, y a “calafatear” como “cerrar las junturas de madera de las naves con estopa y brea para que no entre el agua”. La venerable corporación, que, según su antiguo lema, “limpia, fija y da esplendor”, debería incorporar como nuevas acepciones, dos argentinismos que en los últimos cuatro años han adquirido un nuevo sentido y una notable difusión para “Calafate” y “calafatear”.
El vocablo “Calafate” designa a un paraje de la Patagonia, en la República Argentina, donde buscan refugio el Presidente y su entorno cuando deben enfrentar escándalos o crisis que podrían restarles votos en futuras elecciones.
Cuando quedan colocados frente a una situación que les obligaría a decidirse, a fijar posición, se internan en Calafate hasta que amaine la tempestad institucional. Actitud que puede explicarse por el hecho de que sus bravatas retóricas o sus explicaciones insólitas ya no tienen otro efecto que no sea el de acentuar las dudas y las condenas de la opinión pública.El clima de Calafate está intensamente impregnado del principio neoheracliteano de que en silencio “todo pasa”, principio enunciado y practicado por el filósofo Julio Grondona, que durante un cuarto de siglo le ha permitido ejercer con lealtad y patriotismo su misión de abstenerse de intervenir en sucesos conflictivos, como asesinatos, asaltos, robos, tráfico de drogas perpetrados por organizaciones de cuño mafioso infiltradas en el deporte más popular en su país. Instalada desde hace cuatro años en la cima del ámbito político, la “calafatización” permite a sus refugiados capear cualquier temporal, aunque en el mañana puedan quedar manchados con brea y arder como estopa ante el tribunal de la historia.El arte y la ciencia de calafatear encuentra su máximo poder de expresión si se trata de manejos turbios. Así, cuando el maderamen de la nave política cruje y sus junturas corren riesgo de abrirse, el Presidente y su entorno cierran inmediatamente las juntas con brea y estopa.De este modo, el escándalo de las coimas en el caso Skanska se transforma en “corrupción entre privados”; cuando la ministra de Economía olvida en el baño de su Ministerio, donde seguramente guardaría su documentación más importante, una simple bolsa colmada de dólares estadounidenses, pesos y otras minucias, la brea y estopa convierten ese acto de desmemoria o alarde de impunidad en una enmarañada operación inmobiliaria con dinero prestado por un familiar que nunca pudo demostrar haber poseído la suma prestada generosamente a su familiar.Y cuando cierto impresentable ciudadano bolivariano-estadounidense arriba al país en un avión contratado por funcionarios argentinos a un costo demencial y olvida declarar ante las autoridades aduaneras que una de sus valijas guarda algo así como 800 mil dólares, y se guarda de informar a qué o a quiénes va destinado ese dinero, inmediatamente el Presidente y su entorno “calafatean” el caso, atribuyendo su responsabilidad al igualmente impresentable Hugo Chávez, ese neofidelista a quien siempre le quedarán grandes los borceguíes de Fidel...Pero el calafateo de emergencia tiene una efectividad de muy corto plazo, porque a la vuelta de algunos días, se abren grietas en el maderamen y funcionarios involucrados en el caso Skanska y realmente privados de honorabilidad deben desalojar sus despachos, como también hubo de hacerlo la desmemoriada ministra (de quien memoriosos ciudadanos de Entre Ríos recuerdan que, antes de su llegada al Palacio de Hacienda, ella y su pareja habían sido denunciados penalmente por cobrar una coima de 700 mil pesos para que el infaltable Sergio Taselli adquiriese por una bicoca el enorme frigorífico Santa Elena).
El calafateo político no es un sistema perfecto (hasta ahora, sólo parece funcionar bien la cobertura de brea y estopa a Julio de Vido, por ejemplo, pero, en cambio, el tratamiento realizado para cubrir al también infaltable secretario de Transporte de la Nación, Ricardo Raúl Jaime, está dejando entrar agua por todas partes.Y existen serias dudas de que el “calafateo” de la secretaria de Medio Ambiente de la Nación, Romina Piccolotti, pueda extenderse más allá del próximo 10 de diciembre, cuando se produzca el relevo parcial o total del actual equipo de calafateadores.
Otras acepciones. La venerable corporación guardiana de la limpieza del bello idioma de Miguel de Cervantes, Calderón de la Barca y Lope de Vega, llevado a inusuales alturas de belleza por Ortega y Gasset, Octavio Paz y Jorge Luis Borges, podría admitir otra acepción para el vocablo “calafatear”: acción y efecto de cubrir con brea y estopa los indicadores macroeconómicos.
Quien domina a la perfección tamaños arte y ciencia pareciera ser el secretario de Comercio Interior de la Nación, Guillermo Moreno, quien ya ha ingresado en la historia de la economía argentina por su peculiar método de negociar con los formadores de precios: con un revólver sobre su escritorio y al alcance de la mano.
Moreno ha demostrado gran capacidad para “calafatear” los índices inflacionarios. Su primer gran objetivo fue el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), cuyo personal técnico se obstinaba en difundir datos reales sobre la evolución del proceso inflacionario.Moreno utilizó su pesada experiencia en el Mercado Central, desde donde importó a varios individuos patibularios especializados en exhibir armas de fuego, que cumplieron a satisfacción plena la tarea de intimidar a los obstinados estadígrafos. Purgado el personal adicto a la exactitud en los relevamientos y a la verdad en la información, Moreno transformó al Indec en el Indek (Instituto Nacional de Estadísticas Kirchnerista), que tiene tanta afinidad con la realidad económica como los sueños de Alonso Quijano el Bueno con la realidad caballeresca de su rincón de la Mancha.La técnica de “calafateo” de Moreno se caracteriza por su abundante empleo de brea y estopa en forma de subsidios. Ante la menor amenaza de que el crecimiento de los precios puedan afectar el maderamen kirchnerista, distribuye generosamente subsidios por doquier: así, mediante una carga de brea y estopa de 2.052 millones de pesos, y a pesar del constante encarecimiento y la crisis de los combustibles, pudo mantener durante 2006 el precio de los boletos de los colectivos, subtes y trenes urbanos de la Capital Federal y su conurbano, donde al módico desembolso de 75 centavos pueden efectuarse viajes kilométricos. Hazaña que en 2007 le demanda un mayor esfuerzo artístico y científico: ahora sobrepasa la barrera de los 5,7 millones (1,5 millón de dólares) cada 24 horas. Y va por más. También hay brea y estopa para los combustibles: 16 mil millones de pesos (más de cinco mil millones de dólares), para los criadores de aves, para los cultivadores de papa, para los productores de carnes bovina y ovina, para la empresa energética estatal Enarsa (307 millones de pesos en concepto de “calafateo” y 79 millones para su capitalización), para Yacimientos Carboníferos Fiscales (265 millones), y un largo etcétera de embreamientos, que, por cierto, no detienen la escalada de los precios, que el “Indek” contiene con la impenetrable muralla de brea y estopa que protege los equipos de procesamiento de datos.
Y aún podría agregarse otra aceptación a la acción y efecto de “calafatear”: pintar con brea los edificios públicos. Un precursor en este sentido fue Carlos Menem, que cubrió el frente de la Casa Rosada con una sugestiva tonalidad de brea, que el equipo de calafateadores actualmente aposentados en ella ha sabido darle un brillo mate superior. Hablando de la Casa Rosada, la estopa se usa también para hacer colchones, como lo demostró magistralmente Fernando de la Rúa a su paso por ella...
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