Los conflictos de fines del S XVIII, fueron ocasionados porque los criollos se hallaba muy descontentos con su limitado estatus social y laboral dentro de la Nueva España. Tanto militares como civiles tenían coartado el ascenso a mandos jerárquicos y posiciones superiores, exclusivos de peninsulares designados directamente por la corona española.
Esto ocasionó la inquietud de los criollos novohispanos, que habiendo tenido acceso a una educación privilegiada, conocían los ideales ilustrados, deseando alcanzar, ellos mismos, el control y la autonomía administrativa y económica, de la entonces colonia, también por estas causas, son los criollos los principales promotores de los movimientos independentistas.
los problemas consistían en que los españoles peninsulares tenían más derechos en todo por ser españoles nacidos en l apeninsula Ibérica y en cambio los criollos eran nacidos en México pero hijos de padre y madre españoles, por lo cual dentro de la estratificación social tenían el segundo lugar, después de los peninsulares.
Los criollos no podían acceder a puestos públicos altos, por ejemplo dentro de la Iglesia sólo podían ser padres mientras que los peninsulares podían ser cardenales y todas esas cosas. Los criollos no podían acceder posesiones importantes, ya que éstas pertenecían a los peninsulares.
Y por tal razón comenzaron las guerras de independencia, que fueron comenzadas por criollos en busca de igualdad de derechos entre peninsulares y criollos y no entre todo el pueblo en general.
La Corona española estableció la autoridad virreinal en Buenos Aires como una fortaleza contra la expansión portuguesa. Pero el funcionamiento del engranaje político y administrativo virreinal dio lugar a intereses diferenciados y encontrados entre sí, en el contexto de los cuales también se hizo sentir el malestar de los criollos. La generación de "zonas grises" y conflictos entre las distintas instituciones del virreinato fue entonces otro de los intersticios a través del cual se fue gestando y tomando forma el proceso de concientización de los criollos como un sector diferenciado de los españoles peninsulares. Generalmente, el virrey y la Audiencia representaban a la Corona, mientras que el Cabildo representaba a los criollos. Por su parte, el Consulado de Buenos Aires tenía un doble carácter: como corporación de comerciantes tenía jurisdicción comercial, y como junta económica ayudaría a impulsar la agricultura, la industria y el comercio en el Río de la Plata. Desafortunadamente, el Consulado se convirtió en el órgano campeón del monopolio y los privilegios peninsulares, aunque fue importante su asistencia en el comercio y la educación del Interior.
En este terreno de tensión entre criollos y peninsulares, la primera invasión inglesa de 1806 pudo haber sido bienvenida por los criollos, pero no fue así. El almirante Beresford procedió a declarar la libertad comercial entre Gran Bretaña y las colonias hispanomericanas, garantizando para éstas el derecho a la propiedad privada y la libertad para la religión católica. Estaba esperanzado en ganar un nuevo mercado para los bienes británicos. Desafortunadamente para los británicos, los criollos, aunque estuvieran resentidos por las restricciones comerciales de España, prefirieron servir a ésta antes que a Gran Bretaña, un poder protestante que buscaba imponer su regla por las armas. Al parecer, la vaga idea de identidad cultural o de comunidad hispanoamericana a la que se hizo referencia en la introducción de este libro todavía resultaba más fuerte que los resentimientos socio-económicos y políticos que separaban a criollos y españoles. Lo que resulta más interesante en términos del lento proceso de emancipación que Lynch hace arrancar de fines del siglo XVII, las invasiones inglesas habían enseñado a la gente de Buenos Aires que su defensa descansaba en sus propias manos. Los porteños tuvieron de este modo un creciente sentido de su propio poder político. Incluso las autoridades metropolitanas habían aprobado la elección de Liniers como líder militar, emanada de la voluntad de los porteños. También las invasiones inglesas otorgaron a Buenos Aires un gusto de prosperidad derivado de un comercio más libre que en el pasado. Durante su breve presencia en la ciudad-puerto, Popham promovió una política comercial que no sólo benefició a los comerciantes británicos sino que estimuló a los propios porteños. Hubo algunos criollos que pensaron en la posibilidad de la independencia bajo un protectorado inglés.
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Los conflictos de fines del S XVIII, fueron ocasionados porque los criollos se hallaba muy descontentos con su limitado estatus social y laboral dentro de la Nueva España. Tanto militares como civiles tenían coartado el ascenso a mandos jerárquicos y posiciones superiores, exclusivos de peninsulares designados directamente por la corona española.
Esto ocasionó la inquietud de los criollos novohispanos, que habiendo tenido acceso a una educación privilegiada, conocían los ideales ilustrados, deseando alcanzar, ellos mismos, el control y la autonomía administrativa y económica, de la entonces colonia, también por estas causas, son los criollos los principales promotores de los movimientos independentistas.
Espero te sea útil la información.
Un saludo*!
x*
los problemas consistían en que los españoles peninsulares tenían más derechos en todo por ser españoles nacidos en l apeninsula Ibérica y en cambio los criollos eran nacidos en México pero hijos de padre y madre españoles, por lo cual dentro de la estratificación social tenían el segundo lugar, después de los peninsulares.
Los criollos no podían acceder a puestos públicos altos, por ejemplo dentro de la Iglesia sólo podían ser padres mientras que los peninsulares podían ser cardenales y todas esas cosas. Los criollos no podían acceder posesiones importantes, ya que éstas pertenecían a los peninsulares.
Y por tal razón comenzaron las guerras de independencia, que fueron comenzadas por criollos en busca de igualdad de derechos entre peninsulares y criollos y no entre todo el pueblo en general.
ok es pero te sirva la respuesta
La Corona española estableció la autoridad virreinal en Buenos Aires como una fortaleza contra la expansión portuguesa. Pero el funcionamiento del engranaje político y administrativo virreinal dio lugar a intereses diferenciados y encontrados entre sí, en el contexto de los cuales también se hizo sentir el malestar de los criollos. La generación de "zonas grises" y conflictos entre las distintas instituciones del virreinato fue entonces otro de los intersticios a través del cual se fue gestando y tomando forma el proceso de concientización de los criollos como un sector diferenciado de los españoles peninsulares. Generalmente, el virrey y la Audiencia representaban a la Corona, mientras que el Cabildo representaba a los criollos. Por su parte, el Consulado de Buenos Aires tenía un doble carácter: como corporación de comerciantes tenía jurisdicción comercial, y como junta económica ayudaría a impulsar la agricultura, la industria y el comercio en el Río de la Plata. Desafortunadamente, el Consulado se convirtió en el órgano campeón del monopolio y los privilegios peninsulares, aunque fue importante su asistencia en el comercio y la educación del Interior.
En este terreno de tensión entre criollos y peninsulares, la primera invasión inglesa de 1806 pudo haber sido bienvenida por los criollos, pero no fue así. El almirante Beresford procedió a declarar la libertad comercial entre Gran Bretaña y las colonias hispanomericanas, garantizando para éstas el derecho a la propiedad privada y la libertad para la religión católica. Estaba esperanzado en ganar un nuevo mercado para los bienes británicos. Desafortunadamente para los británicos, los criollos, aunque estuvieran resentidos por las restricciones comerciales de España, prefirieron servir a ésta antes que a Gran Bretaña, un poder protestante que buscaba imponer su regla por las armas. Al parecer, la vaga idea de identidad cultural o de comunidad hispanoamericana a la que se hizo referencia en la introducción de este libro todavía resultaba más fuerte que los resentimientos socio-económicos y políticos que separaban a criollos y españoles. Lo que resulta más interesante en términos del lento proceso de emancipación que Lynch hace arrancar de fines del siglo XVII, las invasiones inglesas habían enseñado a la gente de Buenos Aires que su defensa descansaba en sus propias manos. Los porteños tuvieron de este modo un creciente sentido de su propio poder político. Incluso las autoridades metropolitanas habían aprobado la elección de Liniers como líder militar, emanada de la voluntad de los porteños. También las invasiones inglesas otorgaron a Buenos Aires un gusto de prosperidad derivado de un comercio más libre que en el pasado. Durante su breve presencia en la ciudad-puerto, Popham promovió una política comercial que no sólo benefició a los comerciantes británicos sino que estimuló a los propios porteños. Hubo algunos criollos que pensaron en la posibilidad de la independencia bajo un protectorado inglés.