1ª) como te dijeron, resultaba demasiado largo y extenso (la versión "abreviada" que cantamos actualmente tiene una duración de alrededor de 3 minutos, cuando la duración promedio de la mayoría de los himnos nacionales de otros países no excede el minuto o el minuto y medio).
2ª) originalmente fue pensado como una especie de arenga de guerra para dar aliento a las tropas patriotas en su lucha contra los realitas y, como toda marcha guerrera, tiene frases o referencias bastante agraviantes hacia el enemigo. Ello generaba que, cada vez que el Himno se cantara completo, el embajador de España presentara una nota a la cancillería argentina haciendo saber el malestar de la colectividad española al respeto.
El del Himno Nacional Argentino no es el único caso. P. ej., tampoco la Marsellesa (Himno Nacional de Francia) se entona completo, sino únicamente la primera estrofa y -a veces- también la quinta y la sexta. Y los ingleses solo entonan la primera estrofa del "God Save the Queen".
La historia del Himno Nacional Argentino es bastante más compleja de lo que podría parecer a primera vista. Por lo menos, más compleja que la versión que nos enseñaron en la escuela. Y si bien a esta altura es conocido por todos que la letra original fue acortada, existe una larga serie de anécdotas y detalles (algunos podrían calificarse de estrambóticos) que sólo son referidos por los especialistas en el tema.
Aunque historiadores, musicólogos y periodistas le dedicaron no pocas páginas a la Canción Patria en libros y ensayos como Historia de los símbolos nacionales argentinos (Luis Canepa), Los símbolos patrios (Dardo Corvalán Mendilaharsu), O juremos con gloria morir (Esteban Buch), El águila guerrera (Pacho O`Donnel) o Argentinos (Jorge Lanata), resulta difícil establecer las verdaderos acontecimientos que desembocaron en la creación del Himno, en vista de que las fuentes ofrecen diversas interpretaciones de los hechos, en algunos casos complementarias, en otros contradictorias.
En estos casos, lo más aconsejable suele ser comenzar por el principio...
DOS CANCIONES PATRIAS
El 15 de noviembre de 1810, el periódico
La Gaceta de Buenos Aires publicó unos versos anónimos, cuyas primeras estrofas rezaban:
La América toda
Se conmueve al fin,
Y a sus caros hijos
Convoca a la lid;
A la lid tremenda
Que va a destruir
A cuantos tiranos
La osan oprimir.
Según La Gaceta, se trataba de una “...Marcha Patriótica compuesta por un ciudadano de Buenos Aires, para cantar con la música que otro ciudadano está arreglando”. El historiador José Antonio Pillado atribuye la autoría de texto y música al poeta y pianista aficionado Esteban de Luca. Sin embargo, su colega Vicente Gesualdo supone que la partitura en realidad estuvo a cargo del compositor español Blas Parera, muy amigo de la familia de Luca. En cualquier caso, la obra tuvo su debut el 24 de noviembre de 1810, en el marco del festejo por el triunfo de la batalla de Suipacha. Posteriormente pudo escuchársela repetidas veces en las reuniones de la Sociedad Patriótica, y muy pronto alcanzó un importante grado de popularidad. A diferencia del texto original, que se conserva en su totalidad, la partitura se extravió y la música de la marcha sobrevive en un arreglo del compositor Josué T. Wilkes, posterior a otro similar del año 1909, de José M. Roldán.
Más efímera resultó la suerte de una segunda canción patriótica. Se sabe que el 26 de mayo de 1812 tres niños entonaron en el Cabildo de Buenos Aires, y ante la presencia de las autoridades nacionales y municipales, un texto del poeta Saturnino de la Rosa, con música de Blas Parera. En esta ocasión el nombre de los autores quedó debidamente asentado en documentos oficiales, como así también la gratificación entregada a los niños cantores: 25 pesos a cada uno, “para un vestido”, como consta en el acta del acuerdo capitular de la misma fecha.
Sin embargo, pasados apenas unos meses, una nueva canción patria veía la luz.
EL HIMNO NACIONAL
Al parecer, todo comienza el 24 de mayo de 1812, con la representación en la Casa de Comedia de la pieza teatral El 25 de Mayo, de Luis Ambrosio Morante, cuyo final desembocaba en un encendido himno coreado por los actores, sobre música original de Blas Parera.
La versión más romántica de la historia señala que entre los espectadores se encontraba Vicente López y Planes, quien embriagado de inspiración habría escrito esa misma noche la primera estrofa de un himno que pronto reemplazaría al de Morante. Con ligeras variaciones, esta es la versión que se refleja en películas como La creación del himno (Mario Gallo, 1910) y El grito sagrado (Luis César Amadori, 1952).
Pero la verdad parece ser otra. Según documentos de la época, el 22 de julio de 1812 el Triunvirato envía al Cabildo un oficio en el que “se recomienda muy eficazmente al patriótico celo de V.E. el que se encargue de mandar hacer una composición sencilla, pero majestuosa e imponente (...) que en todos los espectáculos públicos se entone al principio de ellos, con la dignidad que corresponde a la marcha de la patria, debiendo en el entretanto permanecer los concurrentes en pie y destocados.” Además de esto conceptúa de igual importancia que en las escuelas de primeras letras se cante todos los días, y que un día señalado de cada semana concurran a la Plaza de la Victoria todos los estudiantes de primeras letras presididos de sus maestros y, puestos alrededor de la pirámide del 25 de Mayo, repitan los himnos de la patria, “con todo el decoro y acatamiento que exige esta augusta deidad de los hombres libres”.
La misión de hacer cumplir dicha tarea recae en el Regidor Manuel José García. Este encarga el texto a Fray Cayetano Rodríguez, sacerdote, poeta y periodista, quien cumple con el pedido en la última semana de julio de 1812. Durante la sesión del 4 de agosto de ese mismo año, el Cabildo aprueba la letra y ordena que la misma sea provista de la correspondiente música, para lo cual el cabildante García convoca -otra vez- a Blas Parera.
La partitura, escrita para orquesta, es aprobada también y el denominado Himno Patriótico se estrena el 1º de noviembre de 1812 en el Cabildo de Buenos Aires, tras lo cual comienza a cantarse según las indicaciones del decreto inicial. Al poco tiempo, razones prácticas simplifican las obligaciones de los escolares: el gobierno recomienda que los niños lo canten sólo una vez por mes, en día festivo.
Pero la obra no obtiene la repercusión esperada. La opinión de Luis Cánepa, en su Historia de los símbolos nacionales argentinos, es que el fracaso de esta primera experiencia hay que atribuirla a la falta de vuelo lírico de Fray Cayetano. Lo cierto es que el 6 de marzo de 1813 la Asamblea General Constituyente convoca una vez más a la creación de un himno que de manera heroica resuma los ideales de la Revolución de Mayo y simbolice el entusiasmo patriótico del pueblo.
De esta manera, los asambleístas Fray Cayetano Rodríguez y Vicente López y Planes preparan, cada uno por su lado, un nuevo texto. Durante la sesión del 11 de mayo de 1813, López y Planes da a conocer su obra y obtiene la aprobación unánime de la asamblea, incluido Fray Cayetano, quien admirado retira su propia letra. El original aprobado por la asamblea es el siguiente:
Himno Nacional Argentino (versión completa)
Oid ¡mortales! el grito sagrado:
¡Libertad, Libertad, Libertad!
Oid el ruido de rotas cadenas:
Ved en trono a la noble Igualdad.
Se levanta la faz de la tierra
Una nueva y gloriosa Nación:
Coronada su sien de laureles
Y a sus plantas rendido un León
Sean eternos los laureles
Que supimos conseguir.
Coronados de gloria vivamos
O juremos con gloria morir.
De los nuevos campeones los rostros
Marte mismo parece animar;
la grandeza se anida en sus pechos,
A su marcha todo hace temblar.
Se conmueven del Inca las tumbas
Y en sus huesos revive el ardor,
Lo que ve renovando a sus hijos
De la Patria el antiguo esplendor.
Sean eternos los laureles
Que supimos conseguir.
Coronados de gloria vivamos
O juremos con gloria morir.
Pero sierras y muros se sienten
Retumbar con horrible fragor:
Todo el País se conturba por gritos
De venganza, de guerra y furor.
En los fieros tiranos la envidia
Escupió su pestífera hiel,
Su estandarte sangriento levantan
Provocando a la lid más cruel.
Sean eternos los laureles
Que supimos conseguir.
Coronados de gloria vivamos
O juremos con gloria morir.
¡No lo véis sobre Méjico y Quito
Arrojarse con saña tenaz,
Y cuál lloran bañados en sangre
Potosí, Cochabamba y la Paz!
¡No lo véis sobre el triste Caracas
Luto y llantos y muerte esparcir!
¡No lo véis devorando cual fieras
Todo pueblo que logran rendir!
Sean eternos los laureles
Que supimos conseguir.
Coronados de gloria vivamos
O juremos con gloria morir.
A vosotros se atreve ¡Argentinos!
El orgullo del vil invasor,
Vuestros campos ya pisa contando
Tantas glorias hollar vencedor.
Más los bravos que unidos juraron
Su feliz libertad sostener,
A esos tigres sedientos de sangre
Fuertes pechos sabrán oponer.
Sean eternos los laureles
Que supimos conseguir.
Coronados de gloria vivamos
O juremos con gloria morir.
El valiente argentino a las armas
Corre ardiendo con brío y valor,
El clarín de la guerra cual trueno
En los campos del Sud resonó,
Buenos Aires se pone a la frente
De los pueblos de la ínclita Unión,
Y con brazos robustos desgarran
Al ibérico altivo León.
Sean eternos los laureles
Que supimos conseguir.
Coronados de gloria vivamos
O juremos con gloria morir.
San José, San Lorenzo, Suipacha,
Ambas Piedras, Salta y Tucumán,
La Colonia y las mismas murallas
Del tirano en la Banda Oriental;
Son letreros eternos que dicen:
Aquí el brazo argentino triunfó
Aquí el fiero opresor de la Patria
Su cerviz orgullosa dobló.
Sean eternos los laureles
Que supimos conseguir.
Coronados de gloria vivamos
O juremos con gloria morir.
La victoria al guerrero argentino
Con sus alas brillantes cubrió
Y azorado a su vista el tirano,
Con infamia a la fuga se dió;
Sus banderas, sus armas se rinden
Por trofeos a la Libertad,
Y sobre alas de gloria alza el pueblo
Trono digno a su gran majestad.
Sean eternos los laureles
Que supimos conseguir.
Coronados de gloria vivamos
O juremos con gloria morir.
Desde un polo hasta el otro resuena
De la fama el sonoro clarín,
Y de América el nombre enseñando,
Les repite: ¡Mortales! Oid:
¡Ya su trono dignísimo abrieron
Las provincias unidas del Sud!
Y los libres del mundo responden:
¡Al Gran Pueblo Argentino Salud!
Para la música, el gobierno vuelve a confiar en Blas Parera. Es interesante señalar que los historiadores no parecen ponerse de acuerdo sobre la verdadera talla musical del español. Mientras que algunos lo de
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Básicamente, por dos razones:
1ª) como te dijeron, resultaba demasiado largo y extenso (la versión "abreviada" que cantamos actualmente tiene una duración de alrededor de 3 minutos, cuando la duración promedio de la mayoría de los himnos nacionales de otros países no excede el minuto o el minuto y medio).
2ª) originalmente fue pensado como una especie de arenga de guerra para dar aliento a las tropas patriotas en su lucha contra los realitas y, como toda marcha guerrera, tiene frases o referencias bastante agraviantes hacia el enemigo. Ello generaba que, cada vez que el Himno se cantara completo, el embajador de España presentara una nota a la cancillería argentina haciendo saber el malestar de la colectividad española al respeto.
El del Himno Nacional Argentino no es el único caso. P. ej., tampoco la Marsellesa (Himno Nacional de Francia) se entona completo, sino únicamente la primera estrofa y -a veces- también la quinta y la sexta. Y los ingleses solo entonan la primera estrofa del "God Save the Queen".
La historia del Himno Nacional Argentino es bastante más compleja de lo que podría parecer a primera vista. Por lo menos, más compleja que la versión que nos enseñaron en la escuela. Y si bien a esta altura es conocido por todos que la letra original fue acortada, existe una larga serie de anécdotas y detalles (algunos podrían calificarse de estrambóticos) que sólo son referidos por los especialistas en el tema.
Aunque historiadores, musicólogos y periodistas le dedicaron no pocas páginas a la Canción Patria en libros y ensayos como Historia de los símbolos nacionales argentinos (Luis Canepa), Los símbolos patrios (Dardo Corvalán Mendilaharsu), O juremos con gloria morir (Esteban Buch), El águila guerrera (Pacho O`Donnel) o Argentinos (Jorge Lanata), resulta difícil establecer las verdaderos acontecimientos que desembocaron en la creación del Himno, en vista de que las fuentes ofrecen diversas interpretaciones de los hechos, en algunos casos complementarias, en otros contradictorias.
En estos casos, lo más aconsejable suele ser comenzar por el principio...
DOS CANCIONES PATRIAS
El 15 de noviembre de 1810, el periódico
La Gaceta de Buenos Aires publicó unos versos anónimos, cuyas primeras estrofas rezaban:
La América toda
Se conmueve al fin,
Y a sus caros hijos
Convoca a la lid;
A la lid tremenda
Que va a destruir
A cuantos tiranos
La osan oprimir.
Según La Gaceta, se trataba de una “...Marcha Patriótica compuesta por un ciudadano de Buenos Aires, para cantar con la música que otro ciudadano está arreglando”. El historiador José Antonio Pillado atribuye la autoría de texto y música al poeta y pianista aficionado Esteban de Luca. Sin embargo, su colega Vicente Gesualdo supone que la partitura en realidad estuvo a cargo del compositor español Blas Parera, muy amigo de la familia de Luca. En cualquier caso, la obra tuvo su debut el 24 de noviembre de 1810, en el marco del festejo por el triunfo de la batalla de Suipacha. Posteriormente pudo escuchársela repetidas veces en las reuniones de la Sociedad Patriótica, y muy pronto alcanzó un importante grado de popularidad. A diferencia del texto original, que se conserva en su totalidad, la partitura se extravió y la música de la marcha sobrevive en un arreglo del compositor Josué T. Wilkes, posterior a otro similar del año 1909, de José M. Roldán.
Más efímera resultó la suerte de una segunda canción patriótica. Se sabe que el 26 de mayo de 1812 tres niños entonaron en el Cabildo de Buenos Aires, y ante la presencia de las autoridades nacionales y municipales, un texto del poeta Saturnino de la Rosa, con música de Blas Parera. En esta ocasión el nombre de los autores quedó debidamente asentado en documentos oficiales, como así también la gratificación entregada a los niños cantores: 25 pesos a cada uno, “para un vestido”, como consta en el acta del acuerdo capitular de la misma fecha.
Sin embargo, pasados apenas unos meses, una nueva canción patria veía la luz.
EL HIMNO NACIONAL
Al parecer, todo comienza el 24 de mayo de 1812, con la representación en la Casa de Comedia de la pieza teatral El 25 de Mayo, de Luis Ambrosio Morante, cuyo final desembocaba en un encendido himno coreado por los actores, sobre música original de Blas Parera.
La versión más romántica de la historia señala que entre los espectadores se encontraba Vicente López y Planes, quien embriagado de inspiración habría escrito esa misma noche la primera estrofa de un himno que pronto reemplazaría al de Morante. Con ligeras variaciones, esta es la versión que se refleja en películas como La creación del himno (Mario Gallo, 1910) y El grito sagrado (Luis César Amadori, 1952).
Pero la verdad parece ser otra. Según documentos de la época, el 22 de julio de 1812 el Triunvirato envía al Cabildo un oficio en el que “se recomienda muy eficazmente al patriótico celo de V.E. el que se encargue de mandar hacer una composición sencilla, pero majestuosa e imponente (...) que en todos los espectáculos públicos se entone al principio de ellos, con la dignidad que corresponde a la marcha de la patria, debiendo en el entretanto permanecer los concurrentes en pie y destocados.” Además de esto conceptúa de igual importancia que en las escuelas de primeras letras se cante todos los días, y que un día señalado de cada semana concurran a la Plaza de la Victoria todos los estudiantes de primeras letras presididos de sus maestros y, puestos alrededor de la pirámide del 25 de Mayo, repitan los himnos de la patria, “con todo el decoro y acatamiento que exige esta augusta deidad de los hombres libres”.
La misión de hacer cumplir dicha tarea recae en el Regidor Manuel José García. Este encarga el texto a Fray Cayetano Rodríguez, sacerdote, poeta y periodista, quien cumple con el pedido en la última semana de julio de 1812. Durante la sesión del 4 de agosto de ese mismo año, el Cabildo aprueba la letra y ordena que la misma sea provista de la correspondiente música, para lo cual el cabildante García convoca -otra vez- a Blas Parera.
La partitura, escrita para orquesta, es aprobada también y el denominado Himno Patriótico se estrena el 1º de noviembre de 1812 en el Cabildo de Buenos Aires, tras lo cual comienza a cantarse según las indicaciones del decreto inicial. Al poco tiempo, razones prácticas simplifican las obligaciones de los escolares: el gobierno recomienda que los niños lo canten sólo una vez por mes, en día festivo.
Pero la obra no obtiene la repercusión esperada. La opinión de Luis Cánepa, en su Historia de los símbolos nacionales argentinos, es que el fracaso de esta primera experiencia hay que atribuirla a la falta de vuelo lírico de Fray Cayetano. Lo cierto es que el 6 de marzo de 1813 la Asamblea General Constituyente convoca una vez más a la creación de un himno que de manera heroica resuma los ideales de la Revolución de Mayo y simbolice el entusiasmo patriótico del pueblo.
De esta manera, los asambleístas Fray Cayetano Rodríguez y Vicente López y Planes preparan, cada uno por su lado, un nuevo texto. Durante la sesión del 11 de mayo de 1813, López y Planes da a conocer su obra y obtiene la aprobación unánime de la asamblea, incluido Fray Cayetano, quien admirado retira su propia letra. El original aprobado por la asamblea es el siguiente:
Himno Nacional Argentino (versión completa)
Oid ¡mortales! el grito sagrado:
¡Libertad, Libertad, Libertad!
Oid el ruido de rotas cadenas:
Ved en trono a la noble Igualdad.
Se levanta la faz de la tierra
Una nueva y gloriosa Nación:
Coronada su sien de laureles
Y a sus plantas rendido un León
Sean eternos los laureles
Que supimos conseguir.
Coronados de gloria vivamos
O juremos con gloria morir.
De los nuevos campeones los rostros
Marte mismo parece animar;
la grandeza se anida en sus pechos,
A su marcha todo hace temblar.
Se conmueven del Inca las tumbas
Y en sus huesos revive el ardor,
Lo que ve renovando a sus hijos
De la Patria el antiguo esplendor.
Sean eternos los laureles
Que supimos conseguir.
Coronados de gloria vivamos
O juremos con gloria morir.
Pero sierras y muros se sienten
Retumbar con horrible fragor:
Todo el País se conturba por gritos
De venganza, de guerra y furor.
En los fieros tiranos la envidia
Escupió su pestífera hiel,
Su estandarte sangriento levantan
Provocando a la lid más cruel.
Sean eternos los laureles
Que supimos conseguir.
Coronados de gloria vivamos
O juremos con gloria morir.
¡No lo véis sobre Méjico y Quito
Arrojarse con saña tenaz,
Y cuál lloran bañados en sangre
Potosí, Cochabamba y la Paz!
¡No lo véis sobre el triste Caracas
Luto y llantos y muerte esparcir!
¡No lo véis devorando cual fieras
Todo pueblo que logran rendir!
Sean eternos los laureles
Que supimos conseguir.
Coronados de gloria vivamos
O juremos con gloria morir.
A vosotros se atreve ¡Argentinos!
El orgullo del vil invasor,
Vuestros campos ya pisa contando
Tantas glorias hollar vencedor.
Más los bravos que unidos juraron
Su feliz libertad sostener,
A esos tigres sedientos de sangre
Fuertes pechos sabrán oponer.
Sean eternos los laureles
Que supimos conseguir.
Coronados de gloria vivamos
O juremos con gloria morir.
El valiente argentino a las armas
Corre ardiendo con brío y valor,
El clarín de la guerra cual trueno
En los campos del Sud resonó,
Buenos Aires se pone a la frente
De los pueblos de la ínclita Unión,
Y con brazos robustos desgarran
Al ibérico altivo León.
Sean eternos los laureles
Que supimos conseguir.
Coronados de gloria vivamos
O juremos con gloria morir.
San José, San Lorenzo, Suipacha,
Ambas Piedras, Salta y Tucumán,
La Colonia y las mismas murallas
Del tirano en la Banda Oriental;
Son letreros eternos que dicen:
Aquí el brazo argentino triunfó
Aquí el fiero opresor de la Patria
Su cerviz orgullosa dobló.
Sean eternos los laureles
Que supimos conseguir.
Coronados de gloria vivamos
O juremos con gloria morir.
La victoria al guerrero argentino
Con sus alas brillantes cubrió
Y azorado a su vista el tirano,
Con infamia a la fuga se dió;
Sus banderas, sus armas se rinden
Por trofeos a la Libertad,
Y sobre alas de gloria alza el pueblo
Trono digno a su gran majestad.
Sean eternos los laureles
Que supimos conseguir.
Coronados de gloria vivamos
O juremos con gloria morir.
Desde un polo hasta el otro resuena
De la fama el sonoro clarín,
Y de América el nombre enseñando,
Les repite: ¡Mortales! Oid:
¡Ya su trono dignísimo abrieron
Las provincias unidas del Sud!
Y los libres del mundo responden:
¡Al Gran Pueblo Argentino Salud!
Para la música, el gobierno vuelve a confiar en Blas Parera. Es interesante señalar que los historiadores no parecen ponerse de acuerdo sobre la verdadera talla musical del español. Mientras que algunos lo de
NO SÓLO EL ARGENTINO,TODOS FUERON ACORTADOS.
¿TE IMAGINÁS CANTAR LAS 10 O 12 ESTROFAS MAS EL CORO EN CADA ACTO?
¡ NI PAVAROTTI !
Mira normalmente se acortan, aunque no oficialmente, pero solo para eventos deportivos, politicos etc. Tal vez este tambien sea el caso.
por que era muy largo duraba entre 28 o 27 minuto y noce q mas poner vinee ah geder un ratoo jaja logiss