El golpe militar del 6 de setiembre de 1930 fue liderado por el General José Félix Uriburu y derrocó al Presidente Hipólito Yrigoyen de la Unión Cívica Radical, quien había sido elegido democráticamente para ejercer su segundo mandato en 1928. Paradójicamente el General Uriburu había sido uno de los organizadores de la Revolución de 1890, un levantamiento cívico-militar que dio origen a la Unión Cívica Radical.
El 10 de septiembre, Uriburu fue reconocido como presidente de facto de la Nación por la Corte Suprema mediante la acordada que dio origen a la doctrina de los gobiernos de facto y que sería utilizada para legitimar a todos los demás golpes militares.
Siguiendo una tendencia que habría de ser general en los futuros golpes de estado, Uriburu designó a un civil en el cargo de ministro de economía, José S. Pérez, vinculado a los grandes terratenientes y a los sectores más conservadores.
El gobierno militar estableció un gobierno de inspiración fascista y le encargó la redacción de su proclama inicial al escritor Leopoldo Lugones, quién había adherido a las ideas fascistas en 1924, al pronunciar ante los jefes militares un difundido discurso en el que sostuvo que había «sonado la hora de la espada». Una de sus primeras medidas fue establecer una estructura estatal represiva ilegal, creando una "sección especial" de la policía para utilizar sistemáticamente la tortura contra los opositores, siendo la primera en utilizar la electricidad con tal fin, mediante las picanas diseñadas para el ganado.
Luego de proscribir a la Unión Cívica Radical, el régimen organizó una salida electoral aparente, restringida y controlada por las Fuerzas Armadas que dio origen a una serie de gobiernos conservadores fraudulentos y corruptos que fueron conocidos como la Década Infame. El 20 de febrero de 1932, el general José Félix Uriburu le entregó el poder al general Agustín P. Justo, verdadero artífice intelectual del golpe de estado.
La historia demostró que el golpe de 1930 inició un ciclo de decadencia institucional grave: fue avalado por la Corte Suprema del régimen dictatorial dándole estatus jurídico a la violación política de una democracia niña. Algo más: significó que el Ejército y las Fuerzas Armadas se transformaron, a partir de entonces, señala Romer, "en el árbitro de la política nacional y en los representantes del poder económico: los liberales o conservadores de todo cuño que abandonarían a partir de entonces el camino de la construcción de un partido o coalición de derecha con representación electoral." Se inauguró así la era de la República cuartelera. Hubo siete golpe militares a partir de 1930 y hasta 1976. A partir de 1955 y hasta 1983, ningún gobierno democrático pudo completar su mandato.
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El golpe militar del 6 de setiembre de 1930 fue liderado por el General José Félix Uriburu y derrocó al Presidente Hipólito Yrigoyen de la Unión Cívica Radical, quien había sido elegido democráticamente para ejercer su segundo mandato en 1928. Paradójicamente el General Uriburu había sido uno de los organizadores de la Revolución de 1890, un levantamiento cívico-militar que dio origen a la Unión Cívica Radical.
El 10 de septiembre, Uriburu fue reconocido como presidente de facto de la Nación por la Corte Suprema mediante la acordada que dio origen a la doctrina de los gobiernos de facto y que sería utilizada para legitimar a todos los demás golpes militares.
Siguiendo una tendencia que habría de ser general en los futuros golpes de estado, Uriburu designó a un civil en el cargo de ministro de economía, José S. Pérez, vinculado a los grandes terratenientes y a los sectores más conservadores.
El gobierno militar estableció un gobierno de inspiración fascista y le encargó la redacción de su proclama inicial al escritor Leopoldo Lugones, quién había adherido a las ideas fascistas en 1924, al pronunciar ante los jefes militares un difundido discurso en el que sostuvo que había «sonado la hora de la espada». Una de sus primeras medidas fue establecer una estructura estatal represiva ilegal, creando una "sección especial" de la policía para utilizar sistemáticamente la tortura contra los opositores, siendo la primera en utilizar la electricidad con tal fin, mediante las picanas diseñadas para el ganado.
Luego de proscribir a la Unión Cívica Radical, el régimen organizó una salida electoral aparente, restringida y controlada por las Fuerzas Armadas que dio origen a una serie de gobiernos conservadores fraudulentos y corruptos que fueron conocidos como la Década Infame. El 20 de febrero de 1932, el general José Félix Uriburu le entregó el poder al general Agustín P. Justo, verdadero artífice intelectual del golpe de estado.
La historia demostró que el golpe de 1930 inició un ciclo de decadencia institucional grave: fue avalado por la Corte Suprema del régimen dictatorial dándole estatus jurídico a la violación política de una democracia niña. Algo más: significó que el Ejército y las Fuerzas Armadas se transformaron, a partir de entonces, señala Romer, "en el árbitro de la política nacional y en los representantes del poder económico: los liberales o conservadores de todo cuño que abandonarían a partir de entonces el camino de la construcción de un partido o coalición de derecha con representación electoral." Se inauguró así la era de la República cuartelera. Hubo siete golpe militares a partir de 1930 y hasta 1976. A partir de 1955 y hasta 1983, ningún gobierno democrático pudo completar su mandato.